Palabra Pública N°22 2021 - Universidad de Chile

partido, y ya, lo mandas. Era una simulación. Y el Estado lo sabía, nosotros lo sabíamos y todos nos hacíamos los tontos. Una estrategia de resistencia muy interesante. ¿Qué pasó a partir de los 90? El Estado empezó a decir “no, es que somos multiculturales y pluriculturales, tenemos que reconocer esto”, y lo que hizo fue aceptar que existieran estos municipios, cambió la ley y los reguló. Pero la naturaleza de nuestra organización sociopolítica es cambiar. En una asamblea decidimos una cosa y en la siguiente otra. Lo primero que hace el Estado es fijar la ley, y si haces un cambio, tienes que avisarle al Estado para que reconozca mi elección. Y entonces empezaron a pasar cosas: muchos partidos políticos, para acceder al dinero público de los municipios, crearon y mantuvieron conflictos en las comunidades, porque si el instituto electoral no validaba las elecciones podía mandar un administrador que usaba el dinero para los partidos. Cuando simulábamos, éramos más autónomos que ahora que el Estado nos reconoce y controla más nuestra vida política. ¿Fue bueno? ¿fue malo? Ese es mi gran problema con el modelo del Estado plurinacional. Por más plurinacional que sea, sigue siendo Estado. ¿Cómo puede la Constitución de un Estado contribuir a la protección de las lenguas indígenas y de sus hablantes? —Si un pueblo indígena tiene control presupuestario y de funcionamiento sobre su sistema educativo, puede lograr que este sea en su propia lengua; con control y autonomía sobre sus procesos de impartición de justicia, sobre la economía local, también. Entonces, creo que dotar de autonomía real es la mejor manera. Entre más autonomía, mayores posibilidades de mantener tu lengua viva. Decías que la organización comunal es la opción para enfrentar la crisis climática. ¿Por qué y cómo lo está haciendo tu comunidad? —La tradición occidental se supone que es muy racionalista, pero está haciendo algo muy irracional, que es crecer ad infinitum en un planeta de recursos naturales —así los consideran— finitos. Y eso es ilógico. Para que haya vida en el planeta es necesario un equilibrio de la temperatura muy preciso. Y ya vamos como un grado arriba en promedio desde la revolución industrial, no podemos llegar a dos porque la cosa se pone muy fea, pero con todo lo que estamos haciendo, vamos a llegar a tres, o sea, las cosas se van a poner peor. En esas circunstancias, para mí es prioritario trabajar cotidianamente como parte de las estructuras que nos hicieron llegar hasta aquí. Porque la prueba de un futuro posible me la da el pasado, un pasado que era catastrófico. Contra toda evidencia, lo logramos, y contra toda evidencia, podríamos lograrlo otra vez. Yo sé que si viene una gran catástrofe, si se desgajan los cerros como pasa aquí cuando llueve mucho, esta estructura comunal va a ser la primera en reaccionar para sacarme del derrumbe con vida o bien rescatar mi cuerpo y darle un entierro digno. Incluso para presionar al Estado a que tome ciertas definiciones contra la crisis climática. Por eso, aun cuando tengas un Estado plurinacional, no dejes de organizarte y tener espacios a salvo del Estado. Durante mucho tiempo se ha dicho que nuestra relación como pueblos indígenas con la naturaleza es pensamiento mágico y folclore, pero ahora se está revalorizando y leyendo en nuevas claves que ya no son folclor ni curiosidad antropológica, sino respuestas para hacer posible la vida misma. Resulta que esa era la respuesta. ¿Quién es el irracional ahora? “¿Por qué unas [lenguas] pierden muchos hablantes y otras no? Lo que hay atrás es que son lenguas de Estado. El Estado-nación está peleadísimo con el multilingüismo. Es la construcción del Estado-nación la que pone en riesgo a las lenguas”. 22 Víctor R. López

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