Palabra Pública N°22 2021 - Universidad de Chile

desde el patriarcado. A pesar de ello, la sujeta desobedece y su cuerpo deviene en lenguaje. De acuerdo a Luisa Posada, siguiendo a Cixous, “se trata de un cuerpo desmembrado, como desmembrado está el texto a partir de la postmoder- na asunción de la diferencia: de nuevo la revalorización de la mujer como cuerpo, orientada esta vez por la escritura que le sirve de salida del discurso de la razón masculina do- minante, del discurso falogocéntrico”, apunta en el artículo “Las mujeres son cuerpo: reflexiones feministas” (2015). Pues bien, la escritura de Gómez establece una constante interacción con la corporalidad de mujer. Su escritura es, por tanto, generizada, desmembrada, no orgánica, quiero decir, distanciada del formato impuesto por la lógica pa- triarcal. La escritura corporizada, además, se encuentra em- plazada en la memoria de una marginada tercermundista. Isabel Gómez explora con seguridad esta voz de mujer que es también la voz de una colectividad de mujeres. Sobre estas nos dice: “Elegimos ser plebeyas/ en los reinos donde el capital/ desplegó su imagen iracunda/ sobre mi cuerpo mestizo” (29). Resulta relevante la autodeterminación de la sujeta, ubicada en el plano de lo menor dentro del reino del capital iracundo sobre su cuerpo mestizo. La mestiza y va- gabunda es también una inmigranta (30), así, en femenino, lo inscribe la poeta, cuyo cuerpo: “espera un texto que aún no ha escrito” (46), así como también: “Cargo una histo- ria en la piel” (53). El cuerpo generizado carga y reclama una escritura: “Se escriben las cosas que nunca dijimos/ las siluetas disidentes del cuerpo/ Se escriben los viajes donde los obreros de mis plumas/ cabalgaban en otros libros/ Se escribe la paz que un día retornó a nosotras/ y guardamos en cofres porque nadie fue a nuestra cita con la libertad/ Se escriben los barrios cuando ya no tengamos palabras para despedirlos/ y dejemos que los caminos se descolonicen/ como patrias mustias refundando su hogar” (50). Me parece relevante en esta escritura la constatación de un pasado donde se fracasó: “La tierra que labramos en secreto/ jamás nos hizo libres” (11) y “no supimos cómo huir” (ibid.). Imposible no vincular estos versos con la re- sistencia a la dictadura y la utopía de libertad. Leo acá una asombrosa capacidad para exponer la experiencia del inxi- lio y el exilio de nuestra historia a partir de los Selk'nam, cultura que opera como un símbolo de resistencia que se opone al exterminio ejecutado por el colonizador. El sujeto “Isabel Gómez ha escrito un libro donde constata la crisis de las utopías, pero al mismo tiempo reconstruye esas utopías hechas añicos por el neoliberalismo patriarcal”. hegemónico hizo desparecer a los Selk´nam despojándolos de cuerpo y voz. De igual forma el patriarcado se apodera del cuerpo de las mujeres y les impide emitir una voz disi- dente. La voz lírica de este volumen construye un lugar de habla, poniendo en evidencia la política del colonizador y negándose con ello a la exclusión. El poema, de tal manera, se transforma en un lugar propio, pero también de otras, excluyendo así cualquier eco de propiedad privada. La voz poética de este volumen asevera vivir en un eter- no retorno, un tiempo donde la violencia y la condición de sometidos a la esperanza y la utopía se reitera. “Nadie fue a nuestra cita con la libertad”, nos dice la inmigranta, cons- tatando el fracaso de las utopías del pasado. Su deseo más íntimo es desautorizar lo volátil de los tiempos mediante la inscripción de una memo- ria viva, rabiosa, capaz de sobrevivir y reinven- tarse a través de la palabra, donde la memoria permite que emerja una acción colectiva ligada a lo femenino. Asimismo, la hablante-inmigranta agrega: “Hoy retornamos al mismo lugar/ que nos vio partir tantas veces/ allí donde fuimos guerreras de una ba- talla/ que nunca terminó/ y que nunca aprendimos a olvi- dar” (17). Nuevamente, la inflexión en femenino: guerre- ras, dice la poeta, extirpando así la asignación de pasividad impuesta desde lo patriarcal. Gómez, insisto, convoca a una colectividad de mujeres luchadoras; sin embargo, nos remi- te a un proceso individual. La hablante ha transitado por el tiempo y modulado lo real desde dos lugares: el público y el privado; ambos enlazados con las utopías. Esto implica que el deseo de futuro, los ideales, quedarán en pie, sustentando la voz poética, pese a los múltiples fracasos. Cuando comencé a leer este poemario, tuve la certeza de encontrarme ante una escritura de la derrota, del desen- canto; pero mientras más avanzaba advertí que estaba en un error. Isabel Gómez ha escrito un libro donde, por supues- to, constata la crisis de las utopías, pero al mismo tiempo reconstruye esas utopías hechas añicos por el neoliberalis- mo patriarcal. Además, y esto me parece fundamental, su poesía pone en escena el dominio colonial, las migraciones, la crisis de los subalternos y, por sobre todo, propone un habla y un cuerpo como unidad generizada. Se trata, a fin de cuentas, de una escritura de mujer, que se configura al interior de un proceso emancipatorio, adherido a la me- moria, sin olvidar el presente, y con ello enfrentarnos a la crisis de autoridad por la que transitamos. De-constituir el pasado y el presente es parte del legado que nos deja esta escritura poseedora de un compromiso político, términos considerados hasta hace tan poco como añosos. Isabel Gó- mez nos demuestra con extremo rigor y una potencia rabio- sa, resentida, en el mejor de los términos, una escritura sin complicidades con las hegemonías de turno. 24

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