Palabra Pública N°21 2021 - Universidad de Chile

nas hacen o incluso cancelar a otras personas —asegura, y pone de ejemplo lo que pasó en las universidades británi- cas cuando se intentó desco- lonizar el plan de estudios: —(Este proyecto) fue des- crito tanto en los informes del gobierno como en los medios de comunicación del Reino Unido como “la cancelación de los hombres blancos”. Un artículo informaba que “los estudiantes de una prestigiosa universidad londinense exi- gen que figuras como Platón, Descartes e Immanuel Kant se eliminen en gran medida del plan de estudios porque son blancos”. Los estudiantes no exigieron tal cosa. No pidieron que se eliminara a nin- gún filósofo del plan de estudios, y mucho menos “por ser blanco”. Pidieron que se incluyera más filosofía de fuera de Occidente; y pidieron que se discutieran más los con- textos coloniales que dieron forma a la filosofía europea de los siglos XVIII y XIX —explica la académica—. La gente quiere evitar el trabajo que significa abrir el mundo a otras perspectivas, porque están profundamente enraizados en el régimen de valores existente. Se habla de “cultura de la cancelación” cada vez que se desafía la autoridad de quienes resguardan un antiguo régimen. *** Los ensayos de Sara Ahmed suelen tener más de un pasaje en el que conocimiento y praxis se entrecruzan y confirman esa vieja consigna del feminismo que dice que lo personal es político. Una de las anécdotas que más re- pite es cómo se hizo feminista: un día, sentada en la mesa con su familia, escuchó un comentario que la incomodó y quiso responder. “Puede que estés hablando con mu- cha tranquilidad, pero empiezas a sentirte molesta (…). Aquí aparece la feminista aguafiestas: cuando ella habla, parece molesta. Aquí aparezco yo. Esta es mi historia: es- tar molesta”, escribe en Vivir una vida feminista , donde, entre otras cosas, analiza las formas en que se descartan los discursos feministas e incluso las denuncias de acoso sexual acusando a las mujeres de ser demasiado sensibles o exageradas. —Creo que lo personal importa, en parte, porque hay que luchar para que las cosas importen. El movimiento feminista importa porque se trata de insistir en que las mujeres importan, en que nuestras historias importan, en que no estamos simplemente calladas en las sombras de la historia permitiendo que grandes hombres hagan grandes cosas y escriban grandes libros. Podemos generar conocimiento a partir del tra- bajo que nos han dicho que es nuestro trabajo, el trabajo de las mujeres. Pero también cuando nos resistimos a que nos ubiquen en esa esfera de la vida, o solo ahí. Compartir nuestras historias personales forma parte de la creación de un colectivo, de los muchos yo que se combinan para crear un nosotros feminista. El feminismo es una maraña de lo personal y lo colectivo; maraña es la palabra que me- jor describe el movimiento. De aquí que reclamar y quejarse sea un imperativo feminista: “Nos convertimos en un problema cuando des- cribimos un problema”, escribe Ahmed, y por lo mismo, si se quieren desarmar los imaginarios sexistas —y tam- bién racistas, una realidad que conoce bien, siendo hija de un pakistaní y una inglesa—, no queda otra que molestar y alterar la supuesta calma o felicidad de los demás: —Puede ser muy difícil rechazar el mandato de ser agradable. Puede significar dejar atrás mucha afirmación, seguridad y apoyo. El camino de una feminista aguafiestas puede ser accidentado y difícil —advierte. Pero en ese camino también se crea comunidad. La escritura feminista, por ejemplo, tiende a tejer redes: se suele citar a otras autoras como si se estuviera cons- truyendo una genealogía. ¿Qué importancia tienen estas redes? —Mucha. Escribo en Vivir una vida feminista que “ci- tar es hacer memoria feminista”. Gran parte de nuestro trabajo consiste en mantener vivo el trabajo de las demás. Una vez tuiteé: “en el feminismo, nos citamos entre no- sotras para existir”. Lo que quiero decir es que las viejas convenciones académicas, que nos enseñan a citar a quien ha tenido más influencia en tal o cual campo académico, pueden acabar siendo mecanismos de reproducción. Te- nemos que crear caminos alternativos. Y podemos hacerlo porque, en cierto modo, la historia de convertirse en fe- minista consiste a menudo en encontrar otros caminos. ¡Nos educamos con tantos libros feministas que no se en- señan en las universidades! *** En 2016, Sara Ahmed hizo noticia en la prensa bri- tánica luego de renunciar a su puesto en la Universidad de Londres, donde era Directora del Centro de Estudios Feministas. “Estamos hablando de cómo el acoso sexual se ha normalizado y generalizado al interior de la cultura “La gente quiere evitar el trabajo que significa abrir el mundo a otras perspectivas, porque están enraizados en el régimen de valores existente. Se habla de ‘cultura de la cancelación’ cada vez que se desafía la autoridad de quienes resguardan un antiguo régimen”. 13

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