Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

“El muro habrá de quedar, presumiblemente, como ruina. Y la ruina del muro, así como es reliquia del poder, sería una sombra, una velada imagen de la historia. ¿Cómo ver en esa sombra el oculto sol, el secreto sol ausente de la historia de que esa sombra, como sombra, es testimonio?” arquitectura acerca de la naturaleza de las hipótesis y de la naturaleza nuestra que nos envía inexorablemente a ellas cuando se trata de averiguar lo que im- porta, a cavar y a construir en los aires. Pero seguramente no toda conjetura vale lo mismo: una cosa es el cálculo, una la ciencia como conjetura enfática, y otra es el pálpito. ¿Qué nos dice este, qué puede decirnos la experiencia de extramuros? Paso a la segunda pieza que había anunciado. Es de Borges: La muralla y los libros . Como espejos enfrentados, la edificación de la muralla y la quemazón de todos los libros se confían mutuamente su enigma y lo abisman, dejando como único síntoma suyo la escala de la operación, lo descomunal. Sucesivas conjeturas tratan de arrancar guijarros a la roca tenacísima de ese enigma. La acumulación de las hipótesis, sin embargo, lejos de potenciarlas, las pasma. Pero ello incide en la muralla como cosa: la resuelve en idea, en pensamiento. La muralla misma cobra sustancia de conjetura, se hace sombra, sombra de un soberano que tal vez tuvo noticia de ser él mismo, como los demás, una sombra, y de allí recibió el mandato de su obra. Más allá de las conjeturas, entonces, permanece la mera idea, una “forma”, dice Borges, que “tiene su virtud en sí misma y no en un ‘contenido’ conjetural”. Esa virtud, hecha no más que de inminencia, es estética. Es probable que el arruinamiento del muro —el que tenemos en mente— lo haga ingresar en el universo estético, mucho más de lo que pudo hacerlo su empleo como soporte para intervenciones voluntaria o involuntariamente artísticas. Después de todo, algo muy profundo liga estética y poder, algo que es más antiguo que el arte y que no necesita a toda costa ser explicitado por al- guna vanguardia, artística o política, que a menudo ha terminado sepultando su vehemencia y su promesa en una tapia descomedida. En un cierto sentido, quizás, el poder mismo es lo estético: se siente, pero no se ve; se padece, mas no se toca. El muro habrá de quedar, presumiblemente, como ruina. Y la ruina del muro, así como es reliquia del poder, sería una sombra, una velada imagen de la historia. ¿Cómo ver —y con qué mirada— en esa sombra el oculto sol, el secreto sol ausente de la historia de que esa sombra, como sombra, es testimo- nio? Pero esa mirada, de suyo inactual, es, de suyo, ciega. 64

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