Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

Al mirar doscientos años de su desarrollo ideoló- gico, de sus fracasos y conquistas, los socialistas han reconocido que no existe un sector portador del cam- bio y poseedor de la semilla de una sociedad diferente. También, que la espera en la autodestrucción del capi- talismo es ilusoria y que el mercado y su buen funcio- namiento deben ser parte de una sociedad más justa e igualitaria. Pienso que han comprendido además, en el mundo entero, que el punto de partida de todo esfuerzo transformador radica en las libertades esta- blecidas y ya conquistadas por la democracia liberal. El socialismo contemporáneo debe visualizar que lo que se requiere es otro tipo de mercado y una vi- sión de la actividad económica que no se agota en sí misma. Que la tarea socialista es la expansión de la vida democrática en las esferas constitutivas de la sociedad, tanto la económica, como la política y la de la vida privada. Que el feminismo constituye un elemento esencial de cualquier progreso social y que la lucha contra el egotismo de la sociedad neoliberal debe constituir un esfuerzo civilizatorio basado en la construcción paciente de iniciativas solidarias en las que los individuos concluyen que su realización personal y sus derechos individuales no sólo no se oponen, sino que son reafirmados y consolidados por la solidaridad social. El desarrollo de un pensamiento social y su realización no puede ser hecho como un listado de tareas tecnocráticas, sino como un método participativo y conciliador. En Chile las izquierdas han atravesado experien- cias extraordinarias durante los últimos treinta años. Tras la confrontación con un régimen con tendencias genocidas, la izquierda vivió renovaciones, experien- cias de gobierno, éxitos, marginalidades y fracasos de los que debe aprender. Debe reconocer la fuerza de las tendencias que les arrastraron donde no querían ir, o que les dieron éxitos que fueron luego problemas porque conspiraban contra una visión común. Debe aprender de sus prácticas políticas, primero de aque- llos excesos y vicios que parecieron parte del “normal” de la política y que contribuyeron a fomentar divi- siones políticas y generacionales. Debe aprender tam- bién a valorar la cercanía con las mayorías que mostró durante parte importante de estas últimas décadas: la forma como sus gobiernos supieron abrir etapas de progreso, pequeñas o grandes mejoras en la calidad de vida, nuevas oportunidades de acceso a la educación, a la salud, a grados mayores de participación popular. La izquierda debe ser global y nacional al mismo tiempo. La amenaza a la democracia es hoy real. La amenaza a la vida humana es también real. En todas partes y también en Chile surgen fuerzas que excitan los peores instintos humanos, el odio, el racismo, el desprecio por el más débil, y se consolidan en su creen- cia de que la violencia es la mejor manera de resolver los problemas sociales. En todas partes hay fuerzas que desconocen el riesgo de las fuerzas naturales que el hombre ha contribuido a desencadenar. La izquier- da no puede sino aliarse a la ciencia y a la tecnología. Debe devolver un sentido de futuro a la humanidad. Pero esta izquierda debe no sólo reafirmar sus valores democráticos, su creencia en la dignidad esencial del ser humano, el respeto a sus derechos y a las instituciones que la lucha social ha producido para defenderlos. Debe tener también una visión éti- ca de la democracia sin la cual esta pasa a ser sólo un método electoral, algo valioso y a defender, pero algo también insuficiente en un mundo tecnológico como el actual, donde corre el riesgo permanente de ser alterado y manipulado. Es posible que aquello que la izquierda deba recordar en el momento actual es precisamente lo que aquellos que contribuyeron a derribar el Muro de Berlín dijeron de sus sociedades cuando lucha- ban por superar el Estado burocrático y autoritario que destruía sus esperanzas de libertad. Tal como lo hiciera Vaclav Havel en su carta de 1975 a Gustav Husak, secretario general del Partido Comunista, la izquierda podría hoy preguntar: “¿Qué significan esas cifras de crecimiento —esa supuesta consolidación económica— para la renovación moral y espiritual de la sociedad, para el desarrollo de las dimensiones realmente humanas de la vida, para elevar al hombre a una mayor dignidad”? 49 DOSSIER

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