Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

afectar la manera en que nuestro cerebro es usado y compartido, y a eso apuntan los neuroderechos. Esto va a tener impacto dentro de los próximos diez o vein- te años, pero no podemos esperar hasta entonces para empezar la discusión. —En esa declaración se plantearon cinco neuro- derechos inalienables: la privacidad mental, la identi- dad personal, el libre albedrío, el acceso equitativo y la no discriminación en el acceso a las neurotecnolo- gías. ¿Puede que estos derechos estén en riesgo hoy? Hoy existen técnicas de imageonología que permiten tener una línea de pensamientos de un sujeto. Si esto se llega a sofisticar, lo que es cosa de tiempo, una perso- na podría estar sujeta a que todos sus pensamientos y su privacidad mental esté expuesta al escrutinio de alguien. Ahí hay una amenaza, en términos de que alguien puede saber lo que quiero y lo que pienso. Por otro lado, lo que soy y lo que pienso pueden ser datos, por lo tanto, mi identidad como persona puede no estar sujeta a mi pro- pia voluntad, y, entonces el libre albedrío también estaría en riesgo. Esto no sólo involucra los datos: la neurocien- cia hoy tiene la capacidad de intervenir el cerebro, y si yo logro mejorar el cerebro, eso puede generar inequidad en la población, pensando en la posibilidad de que existan humanos potenciados, lo que crea todo un problema éti- co, que también es parte de esta discusión. Como tam- bién lo es la relación cerebro-máquina, que es algo que ya está ocurriendo. —¿Y cuál es el debate que se abre en torno a la relación cerebro-máquina? Desde hace diez años los científicos tienen acceso a las señales eléctricas de las personas, y eso pueden usar- lo en pacientes que no logran mover el cuerpo para que lo hagan a través de un brazo robótico o con su propio brazo. Yuste plantea que si hay un paciente que maneja con la mente un brazo robótico, y ese brazo me muele la mano al saludarme, ¿quién es el responsable? ¿La persona que me apretó la mano? ¿El técnico que la fabricó? ¿El programador que hizo el software? Si conecto mi cerebro a un celular y logro tener una supermemoria en contraste con la tuya, habrá personas que van a poder ser super- humanos y otros no, y eso creará una diferencia. ¿Hasta qué límite vamos a llegar? ¿Quiénes van a poder tener acceso? Todas esas cosas están ocurriendo a una velocidad de avance mucho más rápido que leer los pensamientos. —La idea de un superhumano suena peligrosa. Es inevitable, además, pensar en la desventaja en que esto dejará a los países y a las personas más pobres, ¿no? El debate de la inteligencia artificial va por el mis- mo lado, y tiene relación con el cerebro, porque por primera vez lo que busca la tecnología no es reemplazar las habilidades físicas de las personas, sino las habili- dades mentales. Esa ha sido un área que nunca se ha tocado, y ahora la tecnología tiene la capacidad de ha- cer ese tipo de cosas. Sabemos que cualquier tecnología siempre tiene el potencial para ser usada para beneficio o no, y es responsabilidad de la sociedad velar porque la ciencia contribuya al bienestar y no a una mayor segre- gación de las personas o países. —Los científicos saben el impacto que puede tener la inteligencia artificial en el desarrollo, pero la inversión en ciencia sigue siendo baja en Chile. ¿Cómo entra la inteligencia artificial en este modelo? La gran ventaja de la inteligencia artificial como tecnología es que es más democrática quizás que otras tecnologías porque requiere creatividad humana, y eso existe en todas partes del mundo. Ahora, la ciencia ne- cesita también apoyo financiero, es la semilla para el desarrollo tecnológico y eso no está muy claro. Muchas veces se argumenta que la ciencia se puede comprar, “Hoy existen técnicas que permiten tener una línea de pensamientos de un sujeto. Si esto se llega a sofisticar, una persona podría estar sujeta a que todos sus pensamientos y su privacidad mental esté expuesta al escrutinio de alguien”. 37

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