Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

DANIELA CATRILEO Escritora, profesora de Filosofía. Integrante de la Editorial y Colectivo Mapuche Feminista Rangiñtulewfü. Ha publicado los libros de poesía Río herido (Edicola, 2016), Invertebrada (LUMA Foundation, Zurich 2017), Guerra florida (Del Aire, 2018) y la plaquette El territorio del viaje (2017). “Los cuerpos indígenas que resistieron en la Patagonia llevan ardiendo la guerra del desierto, un genocidio del cual poco se habla en este país que comparte sus tristes matanzas con la Ocupación del Wallmapu”. de sentirnos vivos, de compartir nuestras experiencias, de hacer política re- componiéndonos. Nos leímos, nos fotografiamos y pasamos varios días en la dinámica de quienes se encuentran. Al terminar la jornada, Liliana me regaló su libro Resuello , publicado el año 2018 por la editorial Marisma, una compilación de su segundo poema- rio Mujeres a la intemperie /Pu zomo wekuntu mew (2009) y Andás bien, una reunión de ensayos escritos entre 2005 y 2014. Además de aquellas publica- ciones, tiene un primer poemario llamado Tejido con lana cruda (2001). En sus poemas hay una cadencia sutil, con gran presencia de escenas cotidianas, rituales y recuerdos familiares. Pasamos de una fotografía a una reflexión que condensa sus hebras. Escribe en castellano, luego se traduce al mapu- dungun y nos regala imágenes como esta: “las mamás/ todas/ han pasado frío/ mi mamá fue una niña que en cushamen/ andaba en alpargatas por la nieve/ campeando chivas/ yo nací con la memoria de sus pies entumecidos/ y un mal concepto de las chivas/ esas tontas que se van y se pierden/ y enci- ma hay que salir a buscarlas/ a la nada”. Sus ensayos tienen la templanza de quien mastica lentamente la historia para digerir con sabiduría los detalles y narrar los horrores que han intenta- do emborronar. Testimonia con lucidez, con soplidos tenues del sur y con la fortaleza del tiempo: “Ahí, cuando se perdió el mundo. Cuando pisotearon la tierra. Cuando destruyeron el puente de la cordillera con fronteras, cuan- do los latifundios clavaron los postes del alambre y parcelaron el territorio. Hace poco más de un siglo. Silenciaron nuestro idioma, desarmaron nues- tra organización política, desmembraron nuestros lazos amorosos, desparra- maron a nuestros parientes”. Lo suyo es pensar las fracturas para maniobrar formas de remendar la lengua y recoger las esquirlas, como una dedicada zurcidora que hace iluminar la memoria. Los cuerpos indígenas que resistieron en la Patagonia llevan ardiendo la guerra del Desierto, un genocidio del cual poco se habla en este país que comparte sus tristes matanzas con la Ocupación del Wallmapu (ambos co- nocidos desde la historia occidental como la Campaña del Desierto y la Pa- cificación de la Araucanía, respectivamente). Pero, ¿cuánto sabemos de los campos de concentración mapuche en el Puel? ¿Cuánto conocemos de los nombres en el Museo de La Plata? Ante este pasado reciente, Ancalao con- testa: “En la historia de mi pueblo yo nací dos generaciones después de la guerra del Desierto”. La política de integración fue empantanar los recuer- dos, hacernos creer que cada vez que enunciamos la palabra “colonización” sólo hablamos de 1492 y no de la historia de nuestros abuelos y abuelas que pudieron huir de la guerra. Repaso y repaso sus hojas, aparecen los mates, la pava, el viento. Llego hasta el final de Resuello y leo: “Transparentar es descolonizar” y pienso: su escritura es una propuesta ética para desalambrar el engaño, para que no sigan astillando nuestra memoria.

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