Palabra Pública N°14 2019 - Universidad de Chile

y pensadores son y deben seguir siendo contribuyen- tes a este patrimonio, en especial en el siglo XXI. Los ámbitos para ese aporte son variados. En el ambiente académico, la formación de profesionales involucra fuertemente la interacción con maestros formados al más alto nivel y que deben entender en propiedad el mundo que nos rodea. Las universidades deben al- bergar núcleos científicos potentes, que irradien con su experiencia y quehacer a los alumnos que pasan por sus aulas, sean o no de las disciplinas científicas. En el ambiente político y legislativo, la comunidad científica tiene el deber republicano de orientar a los líderes del país sobre las materias de su experticia. Un mundo que cambia constantemente, no sólo en lo climático, requiere que existan actores que compren- dan los alcances de esos cambios y que puedan parti- cipar de las discusiones nacionales que deben darse. Hay decisiones de seguridad nacional que pasan por información técnica y para las cuales es estratégico tener referentes de alta competencia. Finalmente, to- dos tenemos la responsabilidad de conocer nuestro entorno natural, de cuidarlo y de explorarlo (en lugar de sólo explotarlo). Más allá de la arbitraria frontera que aparece en los mapas, el “entorno de Chile” va desde las profundidades de la tierra y el mar hasta la galaxia más lejana. Conocer ese entorno nos em- podera como ciudadanos, nos motiva a cuidarlo y nos proporciona un orgullo tan potente como el de cualquier emblema. Hace poco, el país se “apropió” de un fenómeno astronómico, se generó entusiasmo, se generó riqueza, se potenció la marca, nuestro pue- blo vibró. Hay una ciencia “con sabor a empanadas y vino tinto” que, además de potenciar el más sano de los chovinismos, nos ubicaría en una posición de liderazgo regional donde lo productivo se mezcla con lo sustentable e inclusivo. Finalmente, me incomoda exponer argumentos a favor de un apoyo social y gubernamental para la actividad de investigación científica sin elementos de autocrítica. Los científicos chilenos estamos al debe en diversos aspectos que han herido nuestra propia causa. Por mucho tiempo, hemos sido negligentes con nuestros compatriotas, especialmente en educar e informar de nuestro quehacer y de su importancia. Los tibios esfuerzos que hacemos por organizar ac- tividades de divulgación no bastan para satisfacer la demanda social existente para la toma de decisiones informadas. La ciencia debe involucrarse en el pro- ceso formativo desde los niveles más primarios. Los educadores deben tener, entre otras, las herramientas de la ciencia en su arsenal para motivar y preparar a las nuevas generaciones. No hemos abordado bien el tema de la educación pública y el rol central que puede jugar la ciencia en ella. Tampoco nos hemos acercado lo suficiente al sector privado y a los actores productivos del país. No les hemos hecho ver lo ven- tajoso que resulta considerar invertir en investigación y que los científicos chilenos podemos producir co- nocimiento fundamental pero también valor. La elite científica ha ignorado lo crucial que pueden resultar los institutos del Estado; hay muy buenos, pero de- masiado pocos científicos trabajando en temas de alta relevancia nacional en ellos. Pecamos de un excesivo y maligno centralismo, tenemos que repartirnos más en el resto del país. Nos falta mucho por recorrer en temas de género; ¡más mujeres científicas! Y hemos tenido poca interacción con el ámbito político; debe- ríamos estar mirando e influyendo en la generación de políticas de Estado, que trasciendan los periodos electorales, ya que los efectos de la inversión en I+D se miden en décadas, no en años. Estamos todos al- tamente esperanzados en que el nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación lidere y nos ayude a abordar estos temas, aunque en- tendemos que debemos tener paciencia y dejar que se consolide institucionalmente antes de pedirle re- sultados. Pero nos alegra que un científico esté ahora invitado a la mesa de las decisiones y también el reco- nocimiento tácito al enorme potencial que representa la ciencia hecha en Chile para el desarrollo. 64

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