Palabra Pública N°14 2019 - Universidad de Chile

del tipo open access, es decir, que son de libre acceso. La comunidad científica chilena está, además, muy bien conectada con sus pares en el primer mundo y existen redes y equipos transnacionales muy conso- lidados que nos permiten estar en contacto directo con el conocimiento de avanzada. Esto significa que los hallazgos obtenidos en Chile son compartidos de inmediato vía nuestras publicaciones e interaccio- nes y se incorporan al acervo de material con que se hacen los desarrollos más relevantes, generalmente en otras partes. Una mirada simplista y antojadiza de este esquema podría concluir que se trata de un desperdicio de recursos para una nación emergente y que deberíamos, en vez, atacar problemas concretos e importar lo que nos falte para hacerlo. Explico por qué creo que no es así. La ciencia básica es global; la comunidad cientí- fica está comprometida con la irrestricta difusión de los descubrimientos en los medios que se ha dado para ello, un requisito para validar el conocimiento generado. Los hallazgos más aplicables son prote- gidos para su uso comercial con patentes, pero hay un gran volumen de información que circula libre- mente. Así como Chile le “regala” al mundo sus des- cubrimientos, nosotros también estamos recibiendo aquellos que hacen los demás países y tenemos la misma oportunidad que todos tienen de apropiar- nos de ese conocimiento acumulado y de transfor- marlo en bienes o avances. Se podría argumentar incluso que la asimetría existente en la producción e inversión en ciencia entre los países nos sitúa en una posición ventajosa, ya que recibimos mucho más de lo que damos. Pero este argumento esconde una falacia, porque tomar el conocimiento y generar utilidad de él (lo que a veces se mal llama “ciencia aplicada”) requiere a su vez de una comunidad de cerebros capacitados para ello. Esta comunidad de mentes preparadas debe ser diversa y multidiscipli- naria, debe tener una relación íntima con el méto- do científico y debe estar situada en la frontera del conocimiento actual para poder hacer sentido de la información y buscar soluciones. Es difícil anticipar de dónde vendrán los próximos desafíos, cuáles se- rán los caminos económicos a seguir o qué revolu- ciones tecnológicas se avecinan. La forma de tener un contingente técnica e intelectualmente prepara- do que pueda ofrecer respuestas innovadoras al país es sostener una masa crítica de científicos altamen- te competentes y vigentes. Un buen porcentaje de ellos debe seguir los pasos de la curiosidad y debe exigírsele los más altos estándares de excelencia; son los que tienen por primera misión sembrar el eco- sistema de la creatividad y rigor necesarios. Otros pueden abordar problemas y preguntas cercanas a las soluciones y debe exigírseles a ellos más eficien- cia y focalización, sin desmedro de un alto estándar científico. Los mecanismos e instrumentos con los cuales echar a rodar el círculo virtuoso entre inver- sión en CyT y el retorno económico y social para el país pueden variar y deberán ser discutidos, pero los diversos ejemplos de cómo se ha hecho en el resto del mundo son ilustrativos. Lo descrito arriba justifica sólo en parte la necesi- dad de dotar de recursos públicos al sistema científico que está por refundarse en el Chile de 2019. Hay una serie de razones de naturaleza intangible, difíciles de cuantificar, y que quizás son más importantes aún que las expuestas. En teoría, podríamos prescindir de poetas, músicos o creadores y aún sobrevivir. ¿Pero seríamos el mismo país? Claramente, el alma nacio- nal se construye en base a su historia, cultura, idiosin- crasia y evolución social e intelectual. Los científicos 63 DOSSIER

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