Palabra Pública N°14 2019 - Universidad de Chile

¿Puede un mundo infeliz contener tanta felicidad? Cuando se les pregunta a los chilenos en las encuestas cuán satisfechos están con sus vidas, la mayoría suele evaluar mejor su situación personal que la de los demás. El abogado y político Fernando Atria explora esta contradicción en tiempos en que “ser feliz” o “ser infeliz” son dos condiciones que se han privatizado a tal punto, que el espacio para la política y la buena vida a la que ésta debería apelar se ha ido desdibujando en el horizonte de la acción colectiva. D esde hace menos de una década, y en una multi- plicidad de encuestas de distinto tipo, se ha obser- vado algo que podríamos llamar una asimetría entre la primera y la tercera persona: los encuestados tienden a evaluar de mejor manera su situación personal que la del país. Para no ir tan lejos, en la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), el 65% de los encuestados se declara satisfe- cho con su vida (la califica con 7 o más puntos, en una escala de 1 a 10 donde 1 es “Totalmente insatisfecho” y 10 es “Totalmente satisfecho”). Pero cuando la pregunta es cómo el encuestado cree que está “el resto de los chilenos”, sólo el 19% los cree satisfechos, atribuyén- doles al menos un puntaje 7. La en- cuesta del CEP registra esta diferencia desde 2014. La explicación estándar que dan los comentaristas oficiales es que el jui- cio sobre la situación personal es el ver- dadero, el genuino, y el referente al res- to de los chilenos es falso. Un ejemplo reciente de esto es una columna de Eu- genio Tironi, que el 9 de julio explica- ba en El Mercurio que “bombardeada POR FERNANDO ATRIA ILUSTRACIÓN: FABIÁN RIVAS sistemáticamente por el catastrofismo de los núcleos dirigentes, la población termina por contagiarse, al menos en lo que respecta a su visión del país, no así en la percepción que tienen de su vida íntima”. La prioridad de la res- puesta en primera persona se explica- ría porque se asume que la pregunta es la misma, y la respuesta entonces mostraría la diferencia entre un testigo presencial y uno de oídas. Como en principio el primero es más fiable que el segundo, parece razonable concluir que el juicio personal sería el correcto, y el juicio sobre los demás sería el tergi- versado, manipulado, errado. Esta explicación descansa irre- flexivamente en ciertos supuestos no analizados. El primero es, de hecho, completamente infundado. Chile no es precisamente un país en el que el poder mediático esté en manos de los críticos del modelo neoliberal. Si los ciudadanos son mediáticamente “bombardeados” por algo, es por un discurso que enfatiza el extraordinario desempeño económico de Chile en los últimos 30 años, su diferencia con los otros países de América Latina o la “seriedad” de su clase dirigente (con la excepción, claro, del gobierno de la Nueva Mayoría). No es que no exista un discurso crítico cuya significación ha aumentado en los años recientes: de hecho, ha ido aumentando más o menos en el mismo período en que comienza a ser notada la asimetría que comentamos. Pero en las condiciones de la comunicación política realmente existente en Chile es injustificado asu- mir que el ciudadano está expuesto de manera sistemática y unilateral a un discurso catastrofista, que además se- ría capaz de afectar considerablemen- te las opiniones de las personas a pesar de ser ficticio. El segundo supuesto irreflexiva- mente asumido ya ha sido mencio- nado: se trata de la misma pregunta, diferenciada sólo por los sujetos refe- ridos (uno mismo/los demás). Pero esto es insostenible. Al momento de responder en primera persona, el en- cuestado recordará, según el caso, la última vez que su hija le sonrió o la cena familiar o una reunión con sus amigos. Es humano tomar en cuen- ta una lealtad afectiva, por decirlo de algún modo, con los amigos, los hijos o los familiares, que hace que cuando 12

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