Palabra Pública N°14 2019 - Universidad de Chile

rización del trabajo hasta la mercantilización de las emociones. ¿Cuáles serían los asuntos más urgentes que se deberían abordar hoy, en tiempos en que fenómenos como el cambio climático y la robotización del trabajo parecen vaticinar un futuro oscuro? —El cambio climático literalmente cambiará todo. Estamos vi- viendo el paso del tiempo geológico al tiempo histórico. Por lo mismo me parecía urgente crear un proyecto en torno a las políticas del cono- cimiento. Necesitamos con urgencia prácticas colaborativas e incluso de camaradería para relacionar distintos tipos de saberes, y no sólo desde las humanidades y las ciencias sociales cualitativas. De eso se trata General Intellects. Esto también debe extenderse a la ciencia y a los cambios tecnológicos. —Ha pasado más de medio siglo desde Mayo del 68, un esta- llido influenciado por la filosofía y en el que varios intelectuales se involucraron. En General Intellects dice que hoy el trabajo in- telectual “tiene relaciones débiles y distantes con los movimientos sociales y los espacios de lucha”. ¿Cómo se explica esto? —Se puede explicar en términos de que los 60 fueron una de- rrota. 1968 es el año de París, Praga, Ciudad de México, y se podría decir también que fue el fin de la Revolución Cultural en China. Surgieron nuevas técnicas de producción y distribución transnacio- nales para acorralar a los trabajadores militantes y a los movimientos sociales contrahegemónicos. Por eso no tengo nostalgia por 1968. Fue una derrota. Necesitamos analizar con mayor profundidad lo que los movimientos de liberación han intentado y por qué han sido vencidos, ampliando el espectro de la historia y la geografía. —En el comentado ensayo Inventar el futuro (2017), el eco- nomista Nick Srnicek y el sociólogo Alex Williams denuncian una falta de ideas en la política, donde habría una incapacidad de imaginar el futuro y de inventar nuevas realidades. ¿Debería haber alguna alianza entre el mundo de las ideas y el de la política para paliar esa carencia? —Hablo mucho sobre eso en Capital is Dead, que se publicará en inglés en octubre. Parte de este problema tiene que ver con acos- tumbrarse a un lenguaje que a menudo no se piensa mucho ni se cuestiona. ¿Es el neoliberalismo un término adecuado para describir una etapa histórica del capitalismo o está más enfocado en sus rasgos fuertes? ¿Sigue siendo capitalismo o es algo peor? ¿Se trata de un nue- vo modo de producción basado en extraer información y controlar tanto la cadena de valor como a la población mediante la vigilancia? ¿Ha producido esto nuevas relaciones de clase y nuevas relaciones de explotación? Creo que estas deberían ser preguntas abiertas. Usamos el lenguaje conocido como un atajo para evitar una intervención más profunda en la política del conocimiento. Mi reto es duro: si se quiere algo más imaginativo, hay que abandonar las ideas recibidas y los há- bitos de lenguaje en lugar de modificarlos. —Incluye a Žižek entre los veintiún intelectuales del siglo XXI, a quien se considera un rockstar por su fama. Hace poco, Žižek escribió en la revista británica The Spectator que “el dogma de lo transgénero es ingenuo e incompatible con Freud”. ¿Cuáles son los riesgos de tener a “intelectuales pop” pontifi- cando en los medios? —Me hice poleras con la bandera trans y la frase “Incompatible con Freud”. Es todo lo que tengo que decir al respecto. Creo que este modelo del intelectual público blanco que habla en nom- bre de la universalidad está muerto y enterrado. Ya nadie es el maestro del pensamiento. Lo que necesitamos es una producción de conocimiento hecha con un sentido de camaradería. Creo que Žižek simboliza la muerte de ese modelo y lo logró de un modo cómico. Sartre no era un cómico. En su época, parecía viable tener una celebridad me- diática que fuera la conciencia del mundo. La pri- mera muerte del intelectual público fue una tra- gedia, la segunda, una farsa. Žižek fue la farsa. Verso Books 11

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