Palabra Pública - N°9 2018 - Universidad de Chile

incómodos para los cuales se crearon denomina- ciones específicas como cholos, rotos, entre otros. El racismo es un elemento fundamental de la rela- ción jerárquica entre pueblos, sociedades o secto- res al interior de estas, susceptible de ser rotulada como una relación colonial si hacemos un uso político y no cronológico de este concepto. El co- lonialismo es una forma de articulación social que organiza las diferencias y establece una relación en la que unos se colocan por encima de los otros, explotándolos o derechamente despojándolos de sus bienes. El racismo asoma aquí como un dispo- sitivo ideológico destinado a legitimar política y socialmente esta jerarquía a través de la inferiori- zación física, cultural y psicológica; construyendo estereotipos; deshistorizando pueblos e individuos (no explica cómo han llegado a ser de un determi- nado modo. En el discurso racista ellos “son así” y lo seguirán siendo). No es casualidad que entre la intelectualidad in- dígena contemporánea los conceptos de colonia- lismo y de racismo sean centrales para elaborar un diagnóstico crítico de la relación entre sus pueblos y los Estados nacionales. En Chile, la intelectua- lidad mapuche ha sido particularmente aguda en la elaboración de estas interpretaciones. Y es que el racismo que hoy reconocemos en el país tiene su origen en la fundación del Estado, que transformó al pueblo mapuche en el espejo que devolvía la imagen de aquello que no se quería ser: salvajes o bárbaros, según fueron nombrados en distintos momentos. La exaltación del indígena mítico durante la Independencia no logró consti- tuir un paréntesis en este proceso más profundo que marca el inicio del desprecio hacia el pueblo mapuche, sobre el cual se avanzó militarmente apenas existieron las condiciones materiales para la gran campaña, que se fraguó ideológicamente algunas décadas antes. El racismo científico, que alcanzó su mayor expresión en las postrimerías de ese siglo, revistió de objetividad científica a ese proyecto de despojo. La inferiorización que es inherente al racismo ini- ció una nueva etapa tras la incorporación forzosa de los mapuche, la que estuvo marcada por la de- rrota política que significó la pérdida del territo- rio y de la autodeterminación política. Se desple- gó también en procesos como la campesinización, la migración y la proletarización en las ciudades. La discriminación a partir de diversas marcas de pertenencia, como la lengua, el apellido y el feno- tipo (aún cuando esto último sea difícil de soste- ner) ha dejado huellas profundas en las biografías de los mapuche urbanos. El empleo racializado hizo otro tanto (las trabajadoras domésticas y los obreros panificadores son figuras que no se com- prenden sin esta larga historia) mientras las tierras usurpadas eran incorporadas al modelo de explo- tación agraria. Ese proceso de ampliación del territorio nacional no afectó solamente a los mapuche, sino también a los pueblos indígenas que habitan las regiones “¿Pero es el racismo una cuestión de hoy? Considerando una perspectiva histórica, tal vez lo único novedoso sea que por fin nos atrevemos (o nos hemos visto obligados a hacerlo) a ocupar la palabra racismo para denominar algo que la sociedad chilena siempre ha identificado como un problema grave, pero que sucede en otras partes”. P.61 Dossier / Nº9 2018 / P.P.

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