Palabra Pública - N°8 2017 - Universidad de Chile

LA LAICIDAD ES UN IMPERATIVO PARA EL ESTADO Y TAMBIÉN PARA LAS RELIGIONES POR FELIPE BERRÍOS Sacerdote jesuita, escritor, capellán y fundador de la ONG Techo y de Infocap, Instituto de Formación y Capacitación Popular: La Universidad del Trabajador. FOTOS DANIEL PARDO R ecuerdo que cuando niños nos tomábamos la calle. Po- níamos unas piedras de arcos. Los dos mejores elegían a los equipos. Y comenzaba el partido. Cada cierto rato, eso sí, querían pasar los autos. Tocaban la bocina. “La calle es pública”, decíamos. Los automovilistas debían entenderlo. Pero también nosotros lo teníamos claro. Dejábamos pasar los autos. Es decir, nos tomábamos la calle, “pero nunca tanto”. Habría sido de pésimo gusto apropiarse de lo público, además de tor- pe. Porque, en realidad, nada impedía que ambos, jugadores y automovilistas, compartiéramos un bien que nos pertenecía a nosotros porque también pertenecía a ellos. Este ejemplo puede ayudar a entender la contribución pública de las iglesias, así como las demandas ilegítimas que a veces ha- cen sobre bienes que pertenecen a todos. ¿Debe el Estado finan- ciar actividades de la sociedad civil, como son las organizaciones religiosas? Depende. Lo público tiene que ver con algo que no pertenece a nadie en particular. No tiene dueño, como sí lo tienen las cosas. Nadie puede impedir a un dueño vender sus bienes, arren- darlos o destruirlos. Público, además de no pertenecer a na- die en particular, puede ser algo que pertenece a todos, pero en general. Como la calle que comparten los niños y los au- tomovilistas. Que yo sepa, nadie tampoco podría impedirnos nadar en el mar o respirar el mismo aire que pasa de pulmo- nes a pulmones. “En los debates del último tiempo se ha sostenido que hay universidades con ‘dueño’ que pueden cumplir una función pública. ¿Pueden? Hay universidades que son propiedades de instituciones eclesiales bastante sectarias. Existen universidades católicas, por ejemplo, en las que la intervención eclesiástica inhibe la libertad de pensamiento. No son autónomas. No son, en realidad, verdaderas universidades”. P.58 P.P. / Nº8 2018 / Dossier

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