Palabra Pública - N°7 2017 - Universidad de Chile

Lo otro, la otra, permea la soledad en una doble dimensión. La otra es el desdoblamiento de la hablante, consciente de su pasado y su presen- te nómade, pero también la otredad es la figura amorosa. Surge entonces, un segundo nivel de deseo; si el primero fue el de sobrevivencia, ahora es el erótico. A partir del segmento 17, la escritura ad- quiere otro matiz. Se vuelve sensual, las- civa, se centra en la voluptuosidad de dos cuerpos femeninos que gozan a pesar de tener claro, como señala la hablante lírica: “siempre habrá una niña por delante de nosotras” (39) para agregar, unas páginas más tarde, “Finalmente, aunque lo negue- mos, todo esto pasará, seremos sólo carnes que se pasean” (42). La mujer que lleva la voz sabe que la violencia opera no sólo al modo de una interrupción, sino como acción de exter- minio; por lo mismo, toda posibilidad de armonía, terminará por desaparecer. Esta perspectiva determinista, promovida por un pasado que reclama su lugar median- te la imagen de la niña violentada, sólo puede ser conjurada por medio de un transitar que se desligue del peso de la violencia y por la búsqueda de vínculos que vayan más allá de lo casual, perece- dero o intercambiable. Así, el poemario comienza a equiparar la materialidad del cuerpo con una fantasmagoría, un azar del presente que seduce y engaña y que pretende anclar la fragmentación de la sujeto lírica. Por lo mismo, el texto se orienta a establecer una inversión en torno a lo real-violento; el pasado, que retumba en el presente, mediante la ima- gen de la niña, es la única seguridad, la única certeza, en última instancia, la rea- lidad última y única. Esta inversión de lo real impone circularidad al volumen y al trayecto de la hablante. Imposibi- litada de romper el sino de la violencia que la persigue, nuevamente se impone el viaje, “todo lo que tengo está en mi ca- beza” (43), nuevamente desposeída, da- ñada, sometida a la falta, la mujer acude a personificarse en las aguas de un río en deshielo (44) para irrumpir en el cuerpo de la mujer que ama y ha abandonado. Táctica compensatoria ante una pérdida irredimible: “me alejo, solo un día a la vez, / porque si habito el olvido/ ningu- na trampa puede ser mortal/ ¿o acaso no hablábamos de sobrevivir? (47). Recordar está asociado a la reiteración de la violencia y del dolor, por tanto reela- borar el hoy implica convivir con la me- moria de infancia, el primer núcleo fundante de sentido en esta escritura, donde resulta recurrente la imagen de una niña abusada, el origen, pero también la impunidad y la imposi- bilidad de olvidar. Precisamente, es en el vértice entre el pasado y el presente donde se instala la mujer que protagoniza este poemario, quien a modo de corolario, señala, “Escribí porque le gané al odio” (69). Denegación que se basa en lo que finalmente se constituye como el segun- do núcleo fundante de sentido del libro, la escritura como acto de sobrevivencia, que prioriza el deseo de reparación desde la propia intimidad de la sujeto. Trasandina es un libro donde contrasta la rabia con cierta dosis de templanza. Es pre- cisamente esta ausencia de totalidad de la reparación, la que vuelve verosímil el tes- timonio lírico de la hablante, alejado de recetas de autoayuda, consciente de la ne- cesaria inmersión en su memoria infernal y en la puesta en escena de la depravación familiar como un acto de tortura impere- cedero, pero no por ello irremontable. “Trasandina es un libro donde contrasta la rabia con cierta dosis de templanza. Es precisamente esta ausencia de totalidad de la reparación, la que vuelve verosímil el testimonio lírico de la hablante, alejado de recetas de autoayuda, consciente de la necesaria inmersión en su memoria infernal”. FICHA: TRASANDINA Ivonne Coñuecar Ñire Negro Ediciones 2017 73 páginas P.33 Nº7 2017 / P.P.

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