Palabra Pública - N°7 2017 - Universidad de Chile

Motor y hogar del conocimiento académico Este año la editorial de la Universidad de Chile cumple siete décadas. Innovadora y atrevida, en sus años dorados fue el lugar que acogió a decenas de autores jóvenes que luego se convertirían en los precursores de las letras nacionales. Ahora, luego de sortear complicados avatares económicos, se proyecta al futuro y busca recuperar su lugar de punta en el mundo de las letras. POR SOFÍA BRINCK V. FOTOS ALEJANDRA FUENZALIDA / ARCHIVO CENTRAL ANDRÉS BELLO Al principio era sólo una idea aventurada de un grupo de estudiantes de Ingeniería de la Uni- versidad de Chile. Eran tiempos difíciles, por el año 1943, cuando en Europa y África la Segunda Guerra Mundial se desarrollaba en todo su cruento esplendor. Chile, lejos geográficamente del epicen- tro del conflicto, sentía, sin embargo, sus embates por diferentes frentes. A la inestabilidad política y la incertidumbre, en el ámbito universitario se su- maba la falta de libros y revistas necesarias para la vida académica, la mayoría de las cuales provenía de Europa. Arturo Matte Alessandri cursaba sus primeros años en Ingeniería cuando decidió tomar el asunto en sus manos. Convenció a sus amigos y, bajo el am- paro del Centro de Estudiantes, llamaron a todos quienes tuviesen apuntes o libros a donarlos para una Cooperativa de Publicaciones de Apuntes que, a base de reproducciones a mimeógrafo, sirviese de puente para compartir el conocimiento. Fue tanto el éxito que Arturo Matte, junto a sus compañeros y amigos Eduardo Castro, Felipe He- rrera, Francisco Galdames y Fernando Ríos, entre otros, decidieron que había que formalizar lo que había partido como un experimento universitario, el que incluso había llamado la atención del entonces Rector de la Universidad de Chile, Juvenal Hernández Jaque. El rec- tor no sólo los apoyó, sino que contribu- yó con parte del capital inicial y facilitó el uso de las prensas de la institución que funcionaban en Casa Central. Han pasado 70 años desde esos tiempos y aunque a los 93 su memoria tambalea un poco, Eduardo Castro se acuerda de esos días con claridad. Recuerda, por ejemplo, que la Editorial comenzó a funcionar en el segundo piso de un edificio del Centro de Estudiantes de Ingeniería, cómo funcionaba el mimeógrafo que fue su primera forma de imprimir, “El Catálogo de la Editorial era de los mejores de América Latina. Tal vez Brasil también tenía cosas buenas, pero el resto éramos nosotros”, recuerda Eduardo Castro. LOS 70 AÑOS DE LA EDITORIAL UNIVERSITARIA P.9 Nº6 2017 / P.P.

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