La industria cinematografica chilena : desafios y realidades

competencia tuvieron que entrar en la TV. Esto automáticamente da otro cariz. El otro aspecto es el ingreso económico que significa una película chilena. Aproximada­ mente, la gente que va al cine deja un ingreso bruto de alrededor de 30 millones de dólares. Creo, (tampoco estoy seguro), que los canales de TV en Chile reciben, al menos cada uno de los canales más importantes, una cifra superior a la cifra que estoy dando. O sea, vean el aspecto financiero que es al final el que manda en todo esto, es decir, la cantidad de dinero que le entra a la TV, por su masividad. Sin embargo, creo indispensable que haya una legislación, y que no funcione ésto sólo por­ que una película sea buena. En ningún país civilizado existe cine si no hay apoyo legislativo, por lo tanto, acá es básico conseguir este apoyo y automáticamente tener que el pago que se le haga a una película en TV sea correspondiente a la cantidad de personas que la ve. Una película en Chile debería de dar en TV cifras muy importantes; pero si no existe legislación y se continúa con la costumbre actual de los canales de pagar por el material fílmico un dinero muy pequeño en proporción a los ingresos que tienen, y le dan un tratamiento como cualquier otra película extranjera, esa película no va a tener ningún destino. Pero si la película se paga conforme al ra- ting que va a tener y a la cantidad de dinero que el canal recibe en avisaje, el ingreso va a ser muy importante y va a ser una contribución, yo creo que vital, para el éxito de la película. En Chile estamos hablando casi de iniciar un cine, aún cuando hay mucha producción actual hecha con la tecnología moderna del video tape, que debería tener acceso a los canales de TV. Lamen­ tablemente. es imposible que ese tipo de programas vayan a tener alguna acogida dentro de la actual configuración de la TV chilena que se rige exclusivamente por una política financiada en el rating y en el consumismo. O sea. tiene que haber una legislación, tiene que haber una protec­ ción. Volviendo a la generalidades de la TV, su introducción en países de diferente ideología y etapas de crecimiento ha generado fenómenos muy específicos en el plano social, cultural, po­ lítico, económico. Todos ellos se han transformado en síntomas de nuestro Siglo XX. El poder de penetración y la cobertura que la TV tiene, hacen de ella un vehículo privilegiado en el aspecto de las comunicaciones, pero para esto es básico que haya una responsabilidad ética en los que manejan los medios de comunicación. El número de personas que ha visto las obras de Shakespeare en TV es muchísimo mayor que el de todas aquellas audiencias que las han podido ver a través de cuatrocientos años desde que se escribieron. Sin embargo, para que ello se pro­ duzca, es necesario que exista un vínculo constante y expedito entre los consumidores y los productores, entre las estaciones de TV y los televidentes, entre las compañías que producen los programas y las estaciones de TV. Este nexo lo desempeña la distribución en TV, y es a eso a lo que yo me dedico. Nuestra empresa la creamos hace nueve años en Santiago, representamos a una serie de productores de todas partes del mundo, y creemos que hemos tenido bastante éxito en la distribución de sus programas. Tenemos entre otros a la TV francesa, gran parte de la TV inglesa, compañías importantes americanas y también productos chilenos que expor­ tamos, o tratamos de exportar a otros países de América Latina. Distribuir programación na­ cional en este momento en América Latina no es fácil, porque es lo que los americanos llaman un “ buyers market” : hay más oferta que demanda. Segundo, la mayoría de los compradores se guía por un criterio simple del llamado rating, vale decir, que buscan los programas que van a tener la mayor audiencia. La TV es masiva, entonces, es más fácil apelar a programas de gus­ to muy popular para tener el éxito más asegurado; esto dificulta las posibilidades de programas de mayor calidad. Hay países en que existe esa responsabilidad ética del programador, donde sí tienen conciencia y programan cosas de mejor nivel, en otros países, eso existe en menor gra­ do. En este mercado latinoamericano de 50 millones de televisores, existen ahora alrededor

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