Coloquio democracia y participación universitaria

Senado Universitario [ 79 ] Bajo nuestro enfoque hemos podido distinguir la existencia de una visión dominante hasta los años 90’, ligada a ideas muy tradicionalistas. Un enfo- que racional acerca de la democracia representativa y un modelo de adminis- tración burocrático, que se basa en ideas particulares de democracia, por las cuales los ciudadanos votamos para elegir representantes cada cierto tiempo, en que las organizaciones de la sociedad civil se agrupan para ejercer un tipo de control sobre quienes nos representan, donde los partidos políticos son los canales validados de comunicación entre esta sociedad civil y la institucio- nalidad. Son los grupos de presión que van a representar la pluralidad de las ideas y, en ese marco, los ciudadanos tenemos el derecho de elegir entre una u otra opción, según nuestra representación política. Este enfoque tradicionalista viene con la idea de que los funcionarios o la sociedad tenemos que responder siempre ante nuestros superiores. Los go- biernos representan a los ciudadanos que los eligen a través de elecciones y el ciudadano no tiene que participar más allá de eso, puesto que no es de su interés, o no tiene el tiempo, y así se limita su participación a eso. Existe otra visión de la democracia, que es el enfoque emergente de la demo- cracia más participativa, que tiene tintes deliberativos. Deliberativos porque no sólo se limita al simple ejercicio del voto o a la simple contestación respecto a lo que hacen o no los líderes, sino que se trata de personas que intervienen a través de organismos de presión -como asociaciones, por ejemplo- y tratan de incidir en la elaboración de las políticas públicas. Se trata de la repartición del poder en sí, más allá de poner el acento en los canales institucionales, como el parlamento u otros. Y aquí en Chile, esta otra visión observa que la institucionalidad tradiciona- lista está entrando en crisis, en el sentido que la construcción de la democra- cia con el acento en la institucionalidad nació en un contexto de fractura, por lo cual no goza de legitimidad necesaria, porque se construyó en un régimen de facto donde se estableció por una minoría. A través del tiempo y luego de haber pasado por los primeros años de la Con- certación, que generaron sin lugar a dudas alguna expectativa, se vio que el modelo no cambió en lo fundamental, afectando al sistema educacional. En ese sentido, cuando nosotros propugnamos o reforzamos la idea subjetiva de la democracia o la participación, de poder ejercer cierto control universi- tario en las políticas que regulan la universidad, esto va en relación directa con relacionar la universidad con el entorno social, con el cual en muchas instituciones se permanece en desconexión. Tengo el privilegio de poder es- tudiar en una universidad compleja como es la Universidad de Concepción que, más allá de sólo hacer docencia, genera investigación y extensión tanto en tecnología, ciencia, cultura y artes, que se sitúa en servicio a la sociedad. El movimiento levantado por nosotros los estudiantes va en directa resis- tencia a un modelo mercantilizado por el sistema del capitalismo moderno. Y por lo tanto, cuando tocamos temas como la calidad de la educación o la excelencia de los procesos educativos, se aleja de las concepciones generales, instaladas, que se tienen sobre lo que es la calidad o sobre lo que es la excelen- cia. Por ejemplo, una de las críticas que nosotros hemos hecho, es que calidad tiene una connotación muy ligada a las cualidades que le otorga el mercado a un producto o a un servicio. Por eso es que se dice que la educación no es un bien de consumo sino que

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