Coloquio democracia y participación universitaria

Senado Universitario [ 35 ] En 1987 Jaime Gibson en el Seminario “Gobierno Universitario, una visión crítica”, publicada por la fugaz publicación “Realidad Universitaria” del CERN, expuso que la participación universitaria debe superar ampliamente el acto del sufragio para hablar realmente de una Participación real. Introdu- ce la visión de Comunidad Universitaria participativa. (Nótese el cambio de paradigma) Además, la democracia en la cual se organice exige a sus miem- bros ser conscientes de pertenecer a una comunidad y de encontrarse en ella. Una salvedad que indica Gibson es que la comunidad no esta compuesta por iguales. La existencia de la comunidad es una existencia de heterogeneida- des laborales (entre académicos y no académicos), disciplinares (entre los diversos campos y especializaciones del conocimiento) e ideológicas (desde la perspectiva estamental hasta la política) Complejizando el concepto de re- presentatividad la diversa comunidad universitaria. Otra diferenciación existente y excluyente es la carrera académica. En el mis- mo seminario en 1987 del CERN, el académico Luis Izquierdo expuso que la Universidad, como comunidad de estudio, debe ser capaz de disminuir las diferencias para un representativo gobierno universitario, de modo que res- tringir por jerarquías las responsabilidades de gobierno que los académicos tengan es una exclusión indeseable al momento de querer construir una co- munidad participativa de su Gobierno. Y esto tiene que ver con cómo enten- demos estas diferencias al momento de constituir la comunidad universitaria en la actualidad. La idea de comunidad universitaria se concibe en Chile como la unión de tres estamentos: Estudiantes, Funcionarios y Académicos. Esto excluye a los egresados (parte del ludus del gobierno universitario enMéxico) y no diferen- cia (por fortuna) a estudiantes de pregrado de postgrado. Lamentablemente no todos se sienten comprometidos con esta idea de comunidad universitaria y menos aún, somos capaces de comprendernos como iguales al momento de plantear ideas o posiciones. Nuestra actual estructura organizacional como Universidad está en un punto extraño entre verticalismo autoritario y el de- seo de representación, reflejado en la distribución de poder en órganos cole- giados, con ponderaciones que por más democráticas que se describan (como la composición del Senado Universitario en el Referéndum de los años 98 y 99) resultan de procesos altamente sesgados por una misma consideración: Hay personas que valen más que otras. Esta anacrónica concepción (Unos valen más que otros) está anquilosada en las más antiguas tradiciones post-coloniales, donde se entendía al español superior al mestizo y al mestizo sobre el nativo. Como si el poder económico (que iba en descenso según el origen de la sangre) hiciera inferiores a las per- sonas. Esto se refleja en la sociedad chilena actual en un racismo y clasismo sin parangón en Latinoamérica. Los apellidos aún siguen valiendo más que la capacidad y esto merma los procesos de movilidad social que realiza la institución Universidad de carácter profesional. Nuestra Universidad, en 170 años, no ha ganado la batalla por hacer a la sociedad chilena una sociedad tolerante. Esto es deshumanización. La Universidad, en el estado de transición entre ambos modelos, ha compren- dido de manera paulatina que la representación requiere el involucramiento de la sociedad. Esas ideas que fueron causa de grandes revoluciones, como el Mayo Francés del 68’, se materializaron en la concreción del espíritu re- formista de la Universidad. Lamentablemente esta victoria se vio mutilada, como otras muchas mutilaciones que las dictaduras hicieron en la sociedad.

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