Texto y censura: las novelas de Enrique Linh

24 so, no las palabras con las Pue jugueteaban, enre­ dándolas , los hilos de agua, sino sus ges tos... (p.113, el subrayado es nuestro). Existe una palabra silenciada, pero queda en pie la gesticu lación. Estos gestos convulsos exhiben a un sujeto impedi­ do de hablar, amordazado; pero aún vivo, aún indicando con el cuerpo lo que no se escucha. Ahora bien, cuando Pompier habla y es escuchado, la situa­ ción comunicativa no varía fundamentalmente. Su discurso es una sarta de obtusos juegos retóricos, un mero ejercicio de las cuerdas vocales, una manifestación de su compulsión oral, que encuentra su canal de descarga en la verborrea. No hay mensaje, sólo ruido. Este ruido ilustra el deterioro de las relaciones humanas en una sociedad que cancela los espacios públicos de comu­ nicación. El régimen autoritario sólo es capaz de crear un lenguaje afáslco, una retórica gastada, que no logra ¡no delar dinámicamente una situación cultural, sino momificar la. En Pompier, el ruido adquiere una dimensión ambivalente: 1) repite la situación de deterioro comunicativo en una so ciedad dictatorial (y en este sentido, la autocensura con­ tamina el libro); pero también 2 ) la exhibe, la muestra, la enseña (a través de la ironía, del mimetismo y la literali­ dad pompierescas) y, ulteriormente, 3) subvierte esta si - tuación de deterioro comunicativo, al trabajar el ruido co­ mo una componente erótica del cuerpo del lenguaje. Bart’nes hablaría en este caso de una oralidad generada en la escri­ tura, que vacía la palábra de su carga ideológica, dejándo­ la enhebrada en sus propios excesos. Refiriéndose a Rabelais, Bakhtin propone que su actitud pa­ ródica hacia todas las formas ideológicas del discurso --fi losóficas, morales, académicas, poéticas-- hace que su escri tura sea una paradia del acto mismo de conceptual izar cual­ quier cosa a través del lenguaje. Su práctica cultural se­ ría entonces la siguiente:

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