Bicentenario de Hispanoamérica: Miranda escritor

57 con los magníficos de la Gran Catalina, cuya persona deseaba se hallase aquí también, firmemente persuadido de que sabría apreciar lo sublime de la virtud... En fin, por huésped, me sirvieron mi taza de café al postre; y nos retiramos con mil muestras de cariño de estas buenísimas gentes‖ 77 . En el villorrio de Thusis, Miranda debe conformarse con un mal alojamiento, pues ya no tiene posibilidad de proseguir la marcha por un camino que, por sus pésimas condiciones, es llamado justamente la ―Vía Mala‖. En esos andurriales están presentes Grecia y Roma a través de los libros que lleva y va leyendo el viajero: ―Me hospedé mal en la ―Cruz Blanca‖, la mejor posada de todas, y, no pudiendo ya seguir por la Via Mala, me hube de quedar allí, leyendo Virgilio y Paw sobre Grecia‖. Con la observación de los trabajos del campo y de la aldea, se cruza a veces el recuerdo de la tierra natal, como en el pueblo de Splugen, el 19 de agosto: ―Pasamos aun el mayor village Splugen, en que noté muchas bestias que acarrean mercancías y vi cómo las naciones se asimilan según sus necesidades, pues el modo y apero de las bestias de carga es justamente como los que se usan de Caracas a La Guaira, que son caminos muy semejantes a éstos‖ 78 . El lenguaje de las proclamas El lenguaje de las proclamas se caracteriza por su precisión, su tono elevado, apasionado y rotundo; y hace uso de las normas clásicas de la retórica como arte del convencimiento y la exhortación. Miranda desarrolla sus ideas en oraciones no muy largas, avanzando desde la afirmación de los derechos de los americanos hasta la justificación de una acción de rebeldía en pro de la independencia y la exhortación a tomar parte en ella. Las proclamas de 1801 y 1806 constituyen notables documentos de una retórica puesta al servicio de una causa considerada la más noble y justa de las causas. A través de las proclamas y de otros documentos políticos, se puede seguir su esfuerzo por la constitución del 77 Ibídem, pp. 399-400. 78 Ibídem, p. 413.

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