Bicentenario de Hispanoamérica: Miranda escritor

42 Al iniciar su viaje por la vida y dejar su natal tierra venezolana, en enero de 1721, el joven Miranda, junto a sus papeles personales, lleva tres documentos, los cuales, están en el inicio de lo que será su monumental archivo. Lo acompañan en el comienzo de lo que será una de las más singulares y nobles aventuras humanas. Son decidores de las juveniles inquietudes de su espíritu, cuando está próximo a cumplir veintiún años. Esos escritos son la Carta de Valverde al Conde de San Javier sobre Filosofía , acerca de la utilidad o inutilidad de la filosofía aristotélica tal como era enseñada en la Universidad de Caracas; un Método para arreglar los relojes simples y de repetición , al cual acompaña una nota de su poseedor que dice: ―Diómelo Don Juan de Rambla en La Guaira. Año de 1770‖. El tercer texto nos interesa aquí especialmente. Es una Instrucción sobre el Modo de fundar haciendas de cacao y sus comodidades , que, como lo señalan los editores, acaso fuera un escrito dirigido por don Sebastián de Miranda a su amigo García Granados, para quien su hijo lleva una fanega de cacao como regalo. El texto sobre la manera de iniciar una plantación de cacao es realmente interesante y hermoso. En la descripción de las faenas para comenzar la tarea, hallamos muchísimos diminutivos que hoy siguen caracterizando la lengua rural; y hay también además realismo algo de poesía: ―Primeramente se roza la montaña, y ésta se deja el tiempo de cinco o seis meses para que el sol y el agua pudran los árboles, en cuyo tiempo se cría algún montecito que llaman rastrojo, que se macanea o destruye cuando se quiere quemar la roza para que este montecito cause el fuego a la montaña derribada [...]. Los arbolitos de cacao se han de ir dejando crecer, sin consentirles más que tres ramitas para que tengan fuerza y crezcan con más violencia [...]. Estos árboles, hasta que son grandes, son perseguidos por unos gusanitos, que se les introducen en la cascarita, y se conoce porque donde está escupe agüita, y así con un fierrecito se escarba hasta que se encuentra y se le saca....‖ 52 Más tarde, el viajero, al observar faenas agrícolas, más de una vez recordará a ―mi tierra‖. Y una vez, al menos, el modo de trabajar el suelo en su patria. 52 Colombeia , I, 212-214

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