Bicentenario de Hispanoamérica: Miranda escritor

103 1813. Del mismo modo, la primera propuesta para la asociación de Nueva Granada y Venezuela, y el diseño geopolítico de integrar ambas con Quito y el Istmo, lo que sería la Colombia bolivariana, núcleo motor de la revolución continental. Aquí está la terca idea de una entente diplomática con la Gran Bretaña, opción - para entonces - la más factible. También está el adelanto para la concertación entre Venezuela y Argentina, extremos simultáneos en el despertar emancipador, la cual hallará en mensajes de Pueyrredón y Bolívar directrices luminosas. La palabra "anfictiones" se halla aquí por primera vez referida al Congreso continental latinoamericano que – también por primera vez - se esboza en 1797. Estimaciones sobre los recursos mínimos para alcanzar la Independencia - como las de Bolívar para Hyslop en mayo de 1815 - tienen aquí repetidos antecedentes. Quejas y reconvenciones que después se leerán en las Cartas de Jamaica, también hay en Miranda; así como la fe inequívoca en el destino de América - tierra generosa para la humanidad - " 154 . Y la conclusión es que "Bolívar y Bello son, en el orden de la americanidad genuina, la más acabada obra de Miranda" 155 . Pero el Precursor partirá enseguida al acto final, el más heroico y trágico de su apostolado americano. Y Bello se quedará, en cambio, en Londres, donde vivirá un largo exilio de casi dos décadas. Durante un primer tiempo, la casa de Miranda será su residencia, y, por lo tanto, la biblioteca estará allí, al alcance de sus manos, al alcance de su espíritu ansioso de aprender más y más, y ahora con una idea más clara y amplia de lo que debía ser más tarde el magisterio derivado de aquel aprendizaje. El Precursor seguirá, pues, enseñándole a través de las páginas de sus libros, de "los libros de su vida", y Bello se estará así preparando para su docencia continental. Encuentro con la lengua griega Pero muchos de aquellos volúmenes cautivantes estaban en griego. Este idioma es compañero inseparable del latín, y, como él, es base de las humanidades. Para Bello no hay vacilación alguna. Debe también aprender esa lengua con la que ha venido a encontrarse allí. Hay que ponerse al trabajo. La noticia que nos entrega Miguel Luis Amunátegui, discípulo y biógrafo de Bello, no puede ser más clara. Es ahí, en la biblioteca mirandina donde 154 J.L Salcedo-Bastardo, «Prólogo» a Francisco de Miranda, América espera , p XXX. 155 Ibid., p XXIV.

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