La tierra de fuego: gente y naturaleza marcadas por el calor profundo

la tierra de fuego 29 41°06’00”S 72°29’35”O Texto: Sofía Otero / Ilustración: Sebastián González Un Pillán es un espíritu de un gran antepasado. Todos los volca- nes son residencias de algún Pillán . Cuando un cacique moría, ascendía y hacía de las montañas de fuego su morada. En el vol- cán Osorno vivía Hueñauca. La pasión de Hueñauca solía cal- marse con una hoja de canelo, pero hubo un tiempo en que el canelo no bastó… Una pesada lengua de cenizas, roca y lava ex- plotaba con furia sobre el volcán, ahuyentando a los mapuches que habitaban en sus laderas. “La furia de Hueñauca sólo se va a calmar con un corazón” , proclamó un anciano. Entonces la elegida fue Licarayén, la joven más bondadosa y bella de la comunidad, para quien este sacrificio era un honor. “Si me permites un último deseo –dijo Licarayén a su padre– quisiera que mi amado Quitralpique me arranque el corazón. Él es el único que hasta ahora lo ha tocado” . Esa noche, Licarayén se recostó sobre un lecho de flores y Quitralpique alzó su lanza. La sangre de Licarayén y la lava del Osorno brotaban a borbotones, al igual que la pasión de Quitralpique, quien también atravesó su pecho para unirse al último suspiro de su amada. El metálico aroma de las venas abiertas y la roca fundida se dispersó entre la gente con el aleteo firme de un cóndor que bajó hasta la ceremonia para devorar el corazón de la joven. En sus patas aferró una rama de canelo y voló hasta la cumbre del Osorno, elevando el ruego del pueblo consigo, hasta depositar las hojas dentro del cráter. El paisaje inmediatamente se transformó: las columnas de ceniza dieron paso a frescas nubes que depositaron una cal- ma nevazón que con silencio blanco fue aquietando la cólera de Hueñauca tras tantos y tantos días de nieve que se depositaron sobre la cumbre del Osorno hasta coronarlo. Hoy, el Hueñauca aún vive dentro del volcán Osorno, su furia está dormida bajo el hielo y no sabemos cuándo despertará. Pero cada año, una vena viva de primavera florece en una que- brada del volcán, recordando el sacrificio y el amor perpetuo de los dos corazones que en aquella ceremonia se entrelazaron con la fuerza de un volcán. Pasión y hielo

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