La tierra de fuego: gente y naturaleza marcadas por el calor profundo

la tierra de fuego 19 Texto: Daniel Egaña y José Benado / Ilustración: Alfredo Cáceres Las minas de San Pedro Nolasco se encuen- tran cruzando el río Maipo, frente al cerro San Gabriel y a 3000 msnm y fueron los primeros depósitos de plata que explotaron los españo- les en Chile. La gran cantidad de mano de obra empleada en su explotación tuvo como con- secuencia la fundación de la Villa Alta, actual San José de Maipo. La historia de estas minas fluctuó entre dos extremos: que eran muy ricas y que eran una ruina. Los yacimientos tenían plata y durante bastante tiempo fueron los únicos depósitos de este mineral conocidos en Chile, pero las con- diciones extremas de su explotación y su difícil acceso las hicieron terreno fértil para visiones contrapuestas sobre su potencial. Descubiertas a finales de siglo XVII, es en el siglo XIX que su fama sufre diversas fortunas. Para entender esto, es necesario tener en cuen- ta que desde el siglo XVI, y durante la Colonia, Chile no fue mucho más que “el otro Perú”; es decir, la posibilidad utópica de reproducir “más al sur” las riquezas expoliadas a los incas. La polémica respecto a su valor económico comenzó temprano en el siglo XVIII. Mientras el franciscano Soto Aguilar escribía en 1713 al Rey de España describiendo su riqueza, en 1717 el gobernador José de Santiago desestimaba la importancia del mineral. Sólo unos años más tarde, el naturalista Tadeo Haenke alababa el mineral de San Pedro de Nolasco, comparán- dolo con lo extraído de “las del Perú”, a la vez que describe las precarias condiciones de los mineros. La posibilidad de convertirse en un se- gundo Perú constituye un imaginario poderoso, y en 1803 Juan Egaña –al catastrar la minería colonial– las denomina “el Potosí de Chile”. La gestación del mito de su riqueza contrasta con las precarias condiciones de trabajo. En 1826, el ingeniero ingles F.B. Head describe un lamentable espectáculo: galerías abandona- das, abundantes cruces fúnebres y unos pocos “mineros, cuyo triste y macilento semblan- te estaba en perfecta armonía con la escena” (1827:149). Imposibilitados de bajar a la ciudad por la nieve, durante el invierno los mineros quedaban encerrados. Charles Darwin, quien recorrió la zona en 1835, también recuerda las percepciones de su compatriota en su diario. Sólo en 1875 se realiza la primera expedición científica a las minas, encabezada por el padre de la Física Nacional, Luis Zegers, quien vuelve a relatar la rudeza de las condiciones laborales y evalúa técnicamente el mineral. Describe los principales minerales presentes y constata la dificultad para determinar la ley de la plata y el cobre, hechos que a su juicio complican la extracción, clasificación y refinamiento. Ya en 1882, el Intendente Vicuña Mackenna, afirma que la escasez técnica “han convertido a San Pedro Nolasco en una ruina”. Para él, la idea del Potosí de Chile “no era sino la verifi- cación del refrán castellano del pan y las tor- tas, porque no solo no había entonces mejor sino que no había otro”. En su figura, la historia cumple su función desmitificadora, enterran- do, quizás para siempre, la potencial riqueza del Cajón del Maipo. Actualmente, la ubicación exacta de estas mi- nas es desconocida, pero varios estudiosos y amantes de la geología realizan esfuerzos para encontrarlas, dar a conocer su historia y poner- las nuevamente en valor apostando a un nuevo giro en su cambiante historia. La fortuna y la ruina de las minas de plata 33°38’00”S 70°21’00”O

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