Ser-humano (cartografía antropológica)

— 91 — o sobre-naturales. Pero, como sea, en Platón el mundo de las ideas se cimienta en una rigurosa fundamentación racional. Ello no es así y marca una notoria diferencia con la razón de que se vale el homo viator y sus supuestas “fundamen - taciones” del juicio final, de la transubstanciación o del pecado original. Ello explica que, de alguna manera, el animal racional tenga que reconstituirse y, en cierto modo, renacer, retornando a su terreno propio. Al mismo tiempo, ello supone una relegitimación de la razón. Esto es lo que sucede con el ser humano como centro. Es la razón heredada del animal racional la que se va a permitir ahora justamente centralizarse en el hombre, sin encontrar sus propios paráme - tros en nada que no sea el ser humano, su depositario. De este modo, se hace necesario que la razón vuelva a su asiento (después de haber estado sirviendo a las proyecciones ultramundanas de la fe). De aquí en adelante es el sujeto par - ticular, en buenas cuentas, el ser humano como centro es el que establece los criterios (“claridad y distinción” en términos cartesianos) que permiten justificar de que algo sea. Se trata del primado del sujeto que se juega con Descartes y posteriormente con el planteamiento kantiano de que el sujeto regula al objeto. 2 Con todo, es cierto que en Descartes es visible que la primera y última verdad de todo sigue siendo la verdad de Dios. Claramente se advierte esto al leer atenta - mente sus Meditaciones metafísicas . En su demostración de la existencia de Dios se advierte esto, ya que el hombre, con su finitud, no puede sino provenir de la infinitud divina, que sería lo primero. Esto lo ha destacado sobre todo Walter Schulz en El Dios en la metafísica moderna , planteando a su vez que lo original de Descartes y que lo justifica como fundador de la modernidad es el atreverse a dudar, es la aplicación de la “duda metódica” hasta sus últimas consecuencias, y no la supuesta “primera verdad del cogito ” 57 . En este sentido, si aquí acaba por centralizarse el hombre en sí mismo, se debe ello al gesto de la duda, del atrever - se a dudar. Lo cierto es que la duda, que en la modernidad comienza por ser un modesto sendero, se convierte con el tiempo en una gran avenida que se conti - núa con la crítica, a través de Kant y finalmente con la sospecha, especialmente a través de Nietzsche, según lo destaca Paul Ricoeur ( De la interpretación ). Al ser humano como centro lo caracteriza pues la duda, la crítica e incluso la sospecha. En lo que atañe a la crítica, desde Kant en adelante el pensamiento se considera como esencialmente crítico y ejerce sus posibilidades a ultranza, emprendiendo tanto una crítica de la razón teórica o práctica, como una crítica de la estética, de la religión, como de los más distintos ámbitos de la cultura. En lo que atañe a la “escuela de la sospecha”, inaugurada por Nietzsche, y que siguen también 57 W. Schulz, Der Gott der neuzeitlichen Metaphysik , Pfullingen: Neske, 1982, Cap.: “Der ‘Gott der Philosophen’ in der neuzeitlichen Metaphysik” (“El ‘dios de los filósofos’ en la metafísica moderna”, p. 36. /Ed. Cast.: Schulz, El dios de la metafísica moderna , trad. de Fidelfo Linares, México: FCE, 1961.

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