Ser-humano (cartografía antropológica)

— 92 — Marx, Darwin y Freud (según Ricoeur) lo que trasunta aquí es abrirse a la posi - bilidad de que las cuestiones fundamentales que han suscitado un sistema de ideas y creencias, sobre la moral, el origen del hombre, las estructuras políticas y económicas o un yo consciente y autónomo, pudieren significar un craso error o extravío. Volviendo a la duda que inaugura la mencionada gran avenida, cabe señalar que, en efecto la posibilidad de dudar, de tener la osadía de dudar, de llegar a poner en duda supuestas verdades fundamentales, esto el homo viator no lo podía. Es más, el hombre de la naciente modernidad, siglo XVII, que corresponde a un pe - riodo en que está en plena acción la Santa Inquisición se encuentra aun mucho más en peligro de expresar cualquier pensamiento que pueda ser interpretado como una puesta en duda de las verdades de la fe. Ello explica el fin trágico de varios reformistas como Huss o Wicklif, como también Giordano Bruno, y desde luego explica por último el proceso en contra de Galileo. Está claro, como ya decíamos más arriba, que ese carácter de osadía está muy presente en Descartes. Mas, a su vez, sucede que el Prólogo de las Meditaciones metafísicas hay que leerlo especialmente entre líneas, por de pronto porque está dedicado a los doctores en teología de la Universidad de París (esos doc - tores que pertenecen a la vieja tradición iniciada por dominicos, como Santo Tomás y Meister Eckhart, y franciscanos). Y en este Prólogo asegura Descartes a estos doctores que en las mencionadas Meditaciones se presenta un camino seguro de la razón para alcanzar a Dios con el fin de contribuir a superar la si - tuación del que tiene vacilaciones en la fe. Si interpretamos esto, es patente que Descartes hace una concesión a la época. En ese Prólogo se atreve Descartes a cuestionar la fe, cuando ésta pretende valerse exclusivamente de sí misma, mo - viéndose entonces nada más que en un círculo vicioso, que sería el siguiente: la fe en las Escrituras remite a la fe en Dios y la fe en Dios a la fe en las Escrituras: “Y aunque en general sea tan verdadero que el hombre debe creer en la exis - tencia de Dios porque se enseña en las Sagradas Escrituras y que, a la inversa, se debe creer en las Sagradas Escrituras porque ellas se remiten a Dios, a saber, porque ella –la fe es un regalo de Dios– que nos concede la gracia para poder creer en todo lo demás, también nos puede conceder que creamos en su propia existencia; así, no se le puede presentar a los no creyentes esta razón, porque ellos la declararían una prueba circular” 58 . A propósito de esto, detengámonos a ver el complejo que entraña la nueva con - cepción del ser humano como centro, fundada por Descartes. Con ese fin, nos trasladamos a Neuburg, ciudad aledaña de Ulm, donde el filósofo se ha recluido en pleno invierno en una casa, sucediendo entonces que, al calor de una estu - fa, forja el proyecto de su filosofía, y más precisamente es allí donde da con el 58 R. Descartes, Meditationen , Hamburg: Buchenau, 1954, XI f.

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