Ser-humano (cartografía antropológica)

— 81 — pudiera ir el alma para recibirlo, el Padre debería esperar para realizar este naci - miento a que esta cualidad suprema estuviera allí. Por lo tanto es preciso que el alma en la que el nacimiento ha de producirse se mantenga perfectamente pura y viva con una perfecta nobleza, que esté completamente unificada y completa - mente interior, que no vagabundee afuera, por los cinco sentidos, en la diversi - dad de las criaturas, sino que esté por completo en el interior y unificada en lo más puro que posee; ése es su sitio, cualquier otro más modesto le repugna” 45 . Son extraordinariamente sugerentes las palabras de Eckhart: tienes que prepa - rar un lugar limpio, pulcro y puro en ti para recibir a Cristo, para que él vuelva a nacer en ti. En ello resalta a la vez lo que debe ser el sentido existencial desde la mirada cristiana, ya que precisamente el encaminarse y preparar el mencionado segundo nacimiento y luego cuidarlo y cultivarlo, vale pues como sentido de la existencia humana. Lo decisivo con el homo viator es entenderse como imago dei , como hecho a imagen y semejanza de Dios. Es ésta la vivencia más radical que lo determina y distingue. El hombre se siente ahora en el más elevado sitial que le permite un supuesto acceso a lo divino, que además es concebido como absolutamente trascendente, supranatural y supraempírico. En lo que se refiere al ser humano, al homo viator , lo que ontológicamente implica el planteamiento de que lo divi - no y Dios son trascendentes y completamente separados de este mundo, es el reconocimiento en él de un principio que le permite la participación y acceso a lo divino: y esto es lo que corresponde al alma, y si acaso incluye el cuerpo tam - bién, desde el punto de vista de la doctrina de la resurrección, se trata de que es un cuerpo angelical el que resucita. En este sentido, el homo viator , el que ex - perimenta a la vez la existencia como un camino o vía de salvación, trae consigo una tajante separación entre alma y cuerpo (en lo que el orfismo asimilado por Platón ya ha preparado este terreno). Es útil detenerse en lo que se refiere a semejanzas y diferencias entre homo sa - cer y homo viator . Por de pronto, en cuanto al punto recién expuesto, se expresa aquí una clara diferencia entre ambos. El homo sacer concibe lo divino y sagrado como inmanente, como siendo partes de este mundo, mientras que el homo viator relega lo divino a una trascendencia separada y respecto de su concepción del hombre, significativamente supone que el cuerpo está atado a este mundo, y sólo el alma tiene otro lugar de residencia, un lugar trascendente. A su vez, ya veíamos con Eliade que el homo religiosus en lo fundamental equivale a una continuación del homo sacer o del hombre arcaico, por cuanto su menta - lidad sigue siendo manifiestamente arquetípica. Ahora bien, si entre homo sacer y homo viator ha ocurrido la metamorfosis más radical que haya habido para la humanidad – y que corresponde al tránsito del mito al logos –el homo viator vie - 45 M. Eckhart, Tratados y sermones . Barcelona: Edhasa, 1983.

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