Ser-humano (cartografía antropológica)

— 80 — 3. Homo viator A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y abandona tu condición San Juan de la Cruz 1 S in duda alguna, y la historia constituye un contundente testimonio de ello: dentro de las concepciones antropológicas el mayor poder transformador lo tiene el homo viator . Sólo el animal racional se le puede comparar en este senti - do. Pero hay una diferencia notoria relativa a este punto entre ambos: se puede observar en el animal racional, en cierto modo, un desarrollo de la humanidad que alcanza un nuevo estadio, en que ya no tiene necesidad del mito y comien - za a apoyarse en el poder de la razón. Es cierto que ello se expresa en su inicio en individuos preclaros –Jenófanes, Tales, Anaximandro– y que luego comienza esto a generalizarse, si bien por siglos y milenios, estará circunscrito sobre todo a una elite (incluso significativamente en nuestros días). Con el homo viator , en cambio, sucede que cada cual puede de pronto nacer como tal (lo que, en rigor, se considera como un segundo nacimiento ). Vale de - cir, el poder transformador que es capaz de provocar la fe, supongamos en una persona cualquiera, que tal vez es campesino, mendigo, hombre de Estado o rey, es tal que es lo mismo que te partiera un rayo: naces de nuevo, tu vida comienza nuevamente, nace un “hombre nuevo”. Éste es el testimonio de la conversión de San Pablo, San Agustín e incontables otros a lo largo de la historia. Y a su vez sucede que, a diferencia del animal racional, en lo que se refiere a esta conver - sión, no requieres de ningún pergamino o capacidad especial. Simplemente se da potencialmente en cualquiera, y muy frecuentemente en el que se extravió, se prostituyó o delinquió. Atendamos a uno de los Sermones de Meister Eckhart (“Del nacimiento eterno”) para dimensionar lo que se refiere a lo que él considera como “segundo naci - miento”; ya naciste, pero ahora se trata de que Cristo nazca en ti; ¿cómo puedes preparar este segundo nacimiento?: “ ‘Tres cosas’ hay que observar aquí. Primeramente: ¿Dónde pronuncia Dios Pa - dre esta palabra en el alma, cual es el lugar para este nacimiento y esta obra? Es preciso que esto ocurra en lo más puro que haya en el alma, en lo más notable y en lo más fino. ¡En verdad! Si Dios Padre con toda su potencia tuviera aún algo más noble con lo que pudiera gratificar al alma, como dote natural, ante lo cual

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=