Ser-humano (cartografía antropológica)

— 104 — acuerdo a lo que la experiencia con sus límites consustanciales, nos ofrece. Esto es atingente destacarlo, ya que nos hace ver que es tal el poder que han tenido las creencias y las construcciones racionales, que ha sido menester estar a la ex - pectativa del advenimiento de las prerrogativas filosóficas de la experiencia para que el hombre se entienda en función de ello –a saber, como ser humano finito. En nuestro examen de las concepciones antropológicas debemos siempre con - siderar cómo se puede argumentar a favor de la justificación y afianzamiento de cada una de estas concepciones, y ciertamente cabe considerar también los extravíos a que ellas pueden dar lugar. Desde esta perspectiva, y atendiendo a la justificación y afianzamiento del ser humano finito, diríamos que con él el campo que se descubre ahora es el de la experiencia. Por este motivo, si bien señalamos a Kant como el principal artífice de esta concepción, sin embargo re - conocemos claramente sus antecedentes no sólo en Aristóteles, sino en Francis Bacon y en general en la filosofía inglesa, representada por Locke, Berkeley y Hume. Tengamos presente aquí que Kant reconoce que fue justamente Hume el que lo despertó del sueño dogmático de la razón . Y ¿de qué sueño dogmático se trata aquí? De la ilusión trascendental que nos lleva a mundos fabulosos que junto con ser los ensueños de la metafísica especulativa, lo son ante todo de una razón de carácter dogmático, que no se somete a la criba de la crítica. Es particu - larmente sugerente que Kant tenga tan clara conciencia sobre esto, que somete históricamente a la razón a un tribunal (la Crítica de la razón pura ) en el que ella es inevitablemente juez y parte al mismo tiempo (por mucho que el propio Kant vea en esto la figura espuria de un tribunal. En atención a ello, podríamos decir que en verdad el sujeto finito debe más directamente su carta de nacimiento al fallo del tribunal de la razón que le pone cotos a ella misma, los cuales están dados precisamente por la experiencia. Ahora bien, el ser humano finito, una vez situado en la experiencia, comienza a ver no sólo con un sentido crítico agudo, sino con suspicacia, el poder que han tenido tanto las creencias del homo sacer , la fe del homo viator , como también las construcciones especulativas, puramente lógicas y sin apoyo en el terreno empírico, del animal racional. Y el sujeto finito ve todos esos desvaríos además con estupor, al caer en cuenta del poder que históricamente han tenido y de la lucha que hay que emprender para desmantelarlos. Esta sensación se experimenta nítidamente en los redactores de la primera “En - ciclopedia del Conocimiento Humano”, ante todo en su principal gestor, Diderot, pero también significativamente en Voltaire, y demás. Dentro de las concep - ciones antropológicas observamos una vez más aquí cómo, en este caso con el ser humano finito, se abre un nuevo horizonte, algo que a la vez tiene las carac - terísticas de un nuevo amanecer para la humanidad. Tengamos en cuenta que los mencionados horizonte y amanecer son posibilitados a la vez por el ingente desarrollo de la ciencia, en particular de la Física, en lo que Galileo con su lectura

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