Ser-humano (cartografía antropológica)

— 105 — del libro de la naturaleza es la figura descollante. Todo ello nos hace ver que ha sido necesario descorrer el velo de la razón especulativa, de las creencias y de la fe, para abrirse al inconmensurable campo de la experiencia. Ello posibilita a la vez que recién a partir de esto se expliquen los fenómenos en su funciona - miento, lo que conducirá a una traducción paulatina del conocimiento científico en aplicaciones técnicas. Vistas las cosas desde esta perspectiva, encontramos ya en el ser humano finito el antecedente de uno de los más poderosos nuevos vuelcos en las concepciones antropológicas: aquél de la vida contemplativa a la vida activa, a saber, la constitución del ser humano activo. Con la inclusión moderna de la experiencia entra a tallar una nueva fuente de acceso a la verdad y al ser, que compite ahora con la fe del homo viator y la razón del animal racional. Como ello tiene lugar bajo los dominios del hombre como centro, gran parte de esos dominios están atravesados sobre todo por la disputa entre las prerrogativas de la razón o de la experiencia y al mismo tiempo por el gradual desplazamiento de la fe, y todo ello justamente en relación a una genuina y segura fuente de la verdad y del ser. La ciencia principalmente se sumerge en el inconmensurable ámbito de la experiencia y parejamente en la filosofía post-kantiana se suscita fuertemente la discusión entre las prerrogativas de la razón y de la experiencia. De un lado está la metafísica rediviva especialmente con el idealismo alemán y posteriormente con Jaspers y Heidegger, y del otro el positivismo decimonónico, el positivismo lógico, la filosofía analítica y la epistemología. Mas, como en todo ello no puede haber una experiencia que pueda fundarse y afirmarse aisladamente, tiene que ser nuevamente la razón la llamada no sólo a justificar aquello, sino a fundamentar el giro hacia la experiencia. Entendidas las cosas de este modo, lo que a fin de cuentas se desenvuelve aquí es una discu - sión de la razón consigo misma en cuanto a cuál ha de ser su principal referente. Pero, para que ello sea posible, la razón ha tenido que volverse esencialmente crítica, y éste es el gran logro del filósofo de Königsberg.

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