Ser-humano (cartografía antropológica)

— 103 — 5. Ser humano finito ¿Qué es el hombre dentro de la naturaleza? Nada con respecto al infinito. Todo con respecto a la nada. Un intermedio entre la nada y el todo. Pascal 1 A nte todo, es muy comprensible que, centrado el hombre únicamente en sí mismo, entre otros, en sus posibilidades de conocer, comience gradual - mente a experimentar su intrínseca finitud. Pero, visto esto desde más atrás en el tiempo, es patente que el animal racional tiene a la larga que llevarnos al reconocimiento de la finitud. Con todo, igualmente hay que esperar hasta un momento cúspide del despliegue del ser humano como centro –representado por Kant– para que, al volverse la razón una razón esencialmente crítica, se logre en definitiva el reconocimiento de la finitud, por de pronto la finitud del conoci - miento humano. La razón crítica se aplica, por una parte, a todas las ilusiones y quimeras suscita - das por las creencias, pero también a las construcciones de la razón. Es por ello que el ser humano finito tiene especialmente una relación contestataria tanto con el homo sacer como con el homo viator , pero también con el animal racional. Interesa en esto destacar lo siguiente: es tal el peso que tuvo nuestro antepa - sado más antiguo –el homo sacer – que sus creencias no fueron drásticamente removidas. La razón de los griegos no era suficientemente crítica para ello, ni pretendía serlo. En este contexto es decidor que Platón se haya empapado del orfismo, el cual como doctrina religiosa, es herencia del homo sacer . Por su par - te, el homo viator en lo fundamental mantendrá la mentalidad arquetípica del homo sacer y en gran medida también del animal racional (en este caso, repre - sentado por Platón). Es por ello que en aras de que el hombre comience a asumir su finitud, es necesario que en primer lugar encuentre el centro en él mismo. Y esta auto-centralización lo que trae consigo de inmediato es la remoción de las ilusiones del homo sacer , como de los monstruos de la razón (evocando en ello el cuadro de Goya). Es por ello que, de alguna manera, partiendo por el propio Kant, la fuerza del ser humano finito radica ante todo en la experiencia que precisamente le pone cotos a las ilusiones de la razón. Si bien, el empirismo tiene sus antecedentes en particular en Aristóteles y parcialmente también en los sofistas, hay que esperar hasta que el ser humano asuma su finitud empíricamente , por decirlo así, y de

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