Ser-humano (cartografía antropológica)

— 102 — Hay pues el irresistible trend de lo numérico desde la constitución misma del ser humano como centro en adelante, en que acabamos atrapados de tal modo en ello que al final no somos propiamente, mientras no estamos en algún registro telemático. Sigamos con el proceso de abstracción de Barzun: “la geometría (en todos los sentidos de la palabra) es una abstracción de la expe - riencia; no podría existir sin la elaboración que hace la mente humana de todo lo que encuentra en el mundo. De ahí que el reino de la abstracción, útil y en modo alguno irreal, sea escueto y desnudo y mucho más pobre que el mundo del que ha salido. Es, por consiguiente, un sueño ocioso pensar que algún día podamos vivir sin tratar de manera directa con lo que la abstracción deja intacto” (Ayd, p. 341). Barzun muestra que con el rey francés Francisco I (siglo XVI) se introdujeron los apellidos, lo cual representa un hito dentro del proceso de individuación. Ya dejó de importar que alguien fuera “Heinrich de Ulm”, es decir, respecto de cada cual, se fue perdiendo la sujeción a un lugar, sus costumbres y hasta su culto. Ello va a su vez de la mano con los estados monárquicos incipientes de la modernidad. Veamos cómo es esto: “La expresión natural de Italia no habría significado nada para un mendigo de Nápoles en el siglo XVI: era napolitano, si no hijo de alguna aldea vecina aún más próxima a su corazón. Esta expansión de la ciudadanía hizo menos personal, más abstracto, el sentimiento de obediencia, que no se debía ya a un señor de la localidad sino a un rey distante, y finalmente a un Estado de carácter totalmente abstracto. La abstracción es otro tema implícito en la monarquía” (Ayd, p. 377- 378). Digamos en definitiva que nuestra pregunta por el ser-humano está íntimamen - te ligada con el proceso de abstracción, ya que nuestro ser se desvanece cada vez más y va a todo trance en retirada, debido al valer ante todo como mero registro, hoy en día en unidades virtuales de bytes en el cyberespacio. Vinculado a su vez con ello, pongamos de relieve que lo que Heidegger ha pen - sado como “olvido del ser” (de la plenitud) supone también un olvido de nuestro propio ser .

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