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MedioSiglo deHistorias de la TerapiaOcupacional en Chile
El golpetear de una moneda contra el vidrio lo despierta abruptamente.
Le encantaría putear a ese chancho cornudo pero un engrudo de
pegatinas mantiene sus labios solidariamente unidos.
En realidad, más que putear debería agradecer: ya se pasó dos paradas.
Se baja y vuelve sobre el rastro fresco del ómnibus.
Cruza la calle con el saco sobre el pecho, tratandode asordinar el silbido.
Pisa una baldosa floja. Ahora sí, su puteada relampaguea enmedio de la
madrugada.
Con dedos torpes extrae las llaves del bolsillo; al cabo de un par de
intentos fallidos consigue abrir la puerta.
En el comedor, al final del pasillo, hay luz. ¿Otra vez laVieja, esperando
levantada, para rociarle el sermón?
¡No! No es ella sino su hermanito, el menor, el preferido, el estudioso, el
que recibe todos los aplausos…El muy pelotudo se ha quedado dormido
entre libros y apuntes.
La sonrisa bailotea por los ojos inyectados en sangre.
El atronador cuadernazo contra lamesa es todo cuantonecesitapara irse
a descansar bien tranquilo.