18 Ensayos Justicia Transicional, Estado de Derecho y Democracia - page 112

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cambios de género (las dominatrices) y las inversiones (la homosexualidad) para producir
excitación sexual se deriva precisamente de su imitación, parodia, negación o inversión de los
arreglos habituales. Esto reafirma en vez de socavar o calificar el arreglo sexual estándar
como arreglo sexual estándar, la definición de sexo, la norma a partir de la cual se define todo
lo demás, aquello en que la sexualidad como tal está inherente.
Aparentemente, la sexualidad masculina se activa por la violencia contra la mujer y se
expresa mediante la violencia contra la mujer en forma importante. Si se considera a la
violencia como algo que ocupa la punta más plenamente lograda de un continuo de
deshumanización en el cual la cosificación ocupa la punta menos explícita, surge la pregunta
de si alguna forma de jerarquía - la dinámica del continuo - es actualmente esencial para que la
sexualidad masculina se pueda experimentar a sí misma. En ese caso, y si se entiende el
género como jerarquía, quizás los sexos son desiguales para que los hombres logren excitarse
sexualmente. Dicho de otro modo, posiblemente el género deba ser mantenido como jerarquía
social para que los hombres logren tener erecciones; o, parte del interés masculino en
mantener a las mujeres abajo radica en el hecho de que con esto logran mantenerse erectos. A
lo mejor se considera castradoras a las feministas porque la igualdad no es sexy .
Investigaciones recientes sobre la violación respaldan estas suposiciones. Resulta que,
a menudo, los hombres violan a las mujeres porque desean hacerlo y porque lo disfrutan. El
acto, incluida la dominación, excita, afirma sexualmente y respalda la masculinidad del que lo
comete.
A esto debe agregarse lo generalizado que resulta ser la violación y la permisividad
con la cual se enfrenta, sumado a la creencia de que es un hecho poco frecuente y no
permitido. Si se combinan estos elementos con la similitud entre los patrones, ritmos, roles y
emociones - sin mencionar los actos - que conforman la violación y la violencia por una parte
y el coito por la otra, resulta difícil sostener las distinciones habituales entre patología y
normalidad, parofilia y nomofilia, violencia y sexo, en esta área. Algunos investigadores
observaron anteriormente la centralidad de la fuerza para el valor de excitación de la
pornografía pero su tendencia ha sido adjudicarla a la perversión. Robert Stoller, por ejemplo,
señala que actualmente la pornografía depende de la hostilidad, el voyerismo y el
sadomasoquismo, y denomina perversión “la forma erótica de odio”
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. En este contexto, si lo
perverso es visto no como el otro lado de una brillante línea normal/anormal sino como la
expresión no diluida de una norma que impregna muchas interacciones comunes, entonces el
odio a las mujeres - la misoginia - se convierte en una dinámica de la excitación sexual misma.
Todas las mujeres viven en una cosificación sexual tal como los peces viven en el
agua. Ante la falta de alternativas, la estrategia para adquirir autoestima y orgullo es: yo lo
escogí.
Consideren las condiciones bajo las cuales se hace lo anterior. Esta es una cultura en la
cual se espera socialmente que las mujeres - y ellas necesariamente esperan y desean - ser
capaces de distinguir lo que es indistinguible socialmente y epistemológicamente. La
violación y el coito no están autoritariamente separados por diferencia alguna entre los actos
51
Robert Stoller,
Perversion: The Erotic Form of Hatred
(Nueva York: Pantheon, 1975), p. 87.
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