Es un libro que descorrió los tupidos velos de nuestros
encubrimientos: sociales (al decir marianismo por barraganía o
amancebamiento) y familiares (cuando nos descubrió el horror
en la génesis del orden de las familias chileno: abandono
paterno/ desmesura materna: niño fálico engullido o regalado
a la abuela o, simplemente, no deseado). Y Mitos de Chile.
Diccionario de seres, magias y encantos (2003). Libro que
elabora—escribe Diamela Eltit—un mapa cultural
pormenorizado y asombroso que atisba una manera ritual de
estar en el mundo. Libro que circula por las zonas ultraoscuras
en que se refugia el mal de nuestra imaginación colectiva.
Libro que descorre “el miedo encarnado en lo monstruoso —lo
imposible y lo prohibido—” para encontrar una estructura que
neutralice las figuras que lo citan y concitan.
“Mito”, en sus libros, es simultáneamente una forma de
exorcismo colectivo, un gran intento por interpretar una forma
de habitar nuestro “terrón natal” así como un artefacto crítico
para pensar inventivamente nuestras creaciones
latinoamericanas. El mito (en sus biografías, novela y ensayos),
por una parte, demantela ideologías fundacionales que
sostienen autoritarismos oficiales u oficiosos. Por otra parte,
propone una ficción teórica (la génesis “lacho huacho-lacho/a”
del sujeto) para explicar nuestros antagonismos identitarios.
Sus libros, como los Andes, son de Chile (Mitos de Chile,
Alegorías del mestizaje chileno); sin embargo, como lector de
ensayos y narrativas en lengua española, columbro en ellos
usos, prácticas comunitarias al abrigo de regazos andinos que
desbordan a Sudamérica: desde Santa Marta, Colombia, a los
yaganes, de Tierra del Fuego. Una perla siniestra: nuestros
titanes panteístas. Telúricos: Don Segundo Sombra, Martín
Fierro, Arturo Cova, doña Bárbara. Literarios: Neruda, De Rokha,
Huidobro o Paz. Políticos: dictadores de derecha e izquierda.
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