Desarrollo de la Antártica

EL DESARROLLO DE LA AN'r.~RTICA cabalmente, además, la excepcional situación que surgía del pnvI– legio geográfico de poseer Ohile las llaves marítimas del paso entre los océanos más importantes del globo. De ahí que, al definir y pro– clamar el porvenir marítimo-mercantil de la nación, mencionó con reiteración la pertenencia de las antárticas islas Shetland a la juris– dicción geográfica de la República. En el memorable documento de 1831, que consignara sus visionarios pensamientos, cuidadosamente recogido por el 1F0reing Office britá– nico, se contienen entonces las que, hasta donde sabemos, son las pri– meras menciones expresivas de jurisdicción nacio,nal alguna, al me- nos sobre una porción del continente antártico, referidas al Olile republicano, precisamente !heredero de España en la soberanía con– tinuada sobre las regiones polares americanas. y que tanto el legado o'higginiano cuanto la tradición colonial no pasaron inadvertidos entre los ohi1enos aunque desde el enunciado de aquél hubiese ocurrido medio siglo, lo prueba el Mapa de Chile, importantísimo trabajo cartográfico debido al ingeniero Alejandro Bertrand y publicado en 1884. Esta carta comprensiva de todo el te– rritorio nacional abarca desde el límite con el '!?erú, ¡hasta el archi– piélago de las Shetland del Sur y península Antártica! Vale dtcir, una singularidad en geografía política polar para la época. LAS PRIMERlAS PREOCUPACIONES JURISDICCIONALES y CIENTÍFICAS CHILENAS (FINES DEL SIGLO XIX) Corriendo el siglo XIX y junto con ir avanzando la nación chileua en la consolidación de sus instituciones cívicas y democráticas y en la evolución progresista de la economía, se fue pr~duciendo la expan– sión que paulatinamente conquistó nuevos territorios que a su tiem– po pasaron a integrarse al afán colectivo de desarrollo. Parte de este proceso expansivo fue iniciado en las regiones del ex– tremo sur ¡por algunos pioneros que como verdaderos adelantados fue· ron los primeros en explorar y en establecerse o en explotar los re– cursos naturales. Entre ellos estuvieron los capitanes loberos de Puno ta Arenas, que traficaron por todas las aguas interiores y exteriores de los archipiélagos patagónicos y fueguinos y que aun, en empresas de gran audacia y coraje, se habrían atrevido a cruzar el bravío mar de .Drake en frágiles goletas yendo en procura de las loberías antárticas. Ello debió tener lugar durante la segunda mitad de la década de 1880, de acuerdo con el abonado testimonio del ingeniero rumano Julio Popper que consta, por lo demás, en la carta por él dirigida a la

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