Desarrollo de la Antártica

Mateo Martini6 B. ! INTERÉS, PREOCUPACiÓN Y PRESENCIA ANTÁRTICA ••• de arrancar para el futuro la jurisdicción soberana de los goberna– dores de Chile sobre la región antártica. Que la realidad geográfica comprobada con el descubrimiento del Cabo de Hornos por parte de Schouten y Le Maire en 1616 pusien en evidencia que la Tierra del Fuego no se prolongaba hacia el meri. dión, integrando y dando forma a la Terra Australis Incógnita, no obstaba a la bondad de los títulO's sobre ellas establecidos por la Co– rona de IEspaña. Tanto más cuanto que en 160'3 el almirante Ga– briel de !Castilla que había salido desde Valparaíso con encargo de re– conocer las costas de Chile, había navegado en plan de exploración la costa sudoccidental del reinO' alcanzando hasta el grado 64 de la– titud austral, descubriéndose las primeras tierras antárticas avistadas por ojos humanos. ¡Siglo y medio después, en 1'761, el Gobernador don Manuel de Amat y Junient, al hacer la descripción precisa y circuns– tanciada del Reino de Chile, se encargaría de consignar la pertenen– cia geográfica e histórica de las más septentrionales de las islas po– lares a dicha jurisdicción. Así los títulos preexistentes adquirieron mayor consistencia con el afortunado hallazgo geográfico, concluyendo aquéllos en ser reforza– dos por el reconocimiento que, en favor de España otorgaría el Tra– tado de Nootka Sound, celebrado entre esta potencia e Inglaterra en 1790. De tal mO'do, hubo de arribarse al momento histórico en que la jo– ven república chilena daba sus primeros pasos como nación libre y soberana. Y ya entonces, 1820, su primer puerto mercantil, Valparaí– so, era el receptáculo de las novedO'sas informaciones aportadas por foqueros ingleses y norteamericanos que daban cuenta del descubri– miento -redescubrimiento en verdad-, de tierras polares allende el Cabo de Hornos y el paso de Drake, cuyos litorales abundaban el'. manadas de lobos de piel fina. En la subsecuente faena cazadora tam– bién debieron participar naves de la matrícula de Valparaiso, ha– biendo conservado las crónicas históricas el nombre de uno de ellos, el bergantín Dra¡gón. La permanente relación y el frecuente trato que con los hombres de mar, principalmente con aquellos que revistaban en la Real Ma– rina Británica, mantuvo durante sus años de go'bierno, como en los del exilio, don Bernardo O'Higgins, fundador de la República, de– bieron imponer al estadista de mucha información geográfica acerca de las tierras y mares más meridionales del orbe. Pudo así O'Higgins en patrióticas cavilaciones meditar la vinculación que aquellas re– motas regiones tenían con la parte americana del país, entendiendo 39

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