empleados en los estudios con sujetos humanos financia–
dos con recursos del gobierno. Puede decirse que en la
actualidad existen regulaciones en casi todos los centros
de investigación acreditados. Sin embargo, ellas distan de
resolver definitivamente los problemas que plantea la
necesidad, por una parte, de investigar en individuos hu–
manos con el control riguroso que exige la metódica cien–
tífica, por otro. Una de las exigencias de los métodos de
inferencia empleados en la estadística es la libre interven–
ción del azar y la no contaminación de los resultados con
expectativas o preconceptos individuales. Naturalmente,
hay contradictorias exigencias de difícil armonización
práctica que exigen una permanente reflexión.
El caso Barnard
El primer trasplante cardíaco se realizó, como es sabido, en
Sudáfrica y el cirujano, Christian Barnard, se convirtió en
estrella de la televisión y del mundo glamoroso de los pri–
vilegiados por la fama y la fortuna. Había ya tradición en
trasplantes de riñones, pero el corazón era, decididamen–
te, algo más espectacular.
También más problemático. Un riñón puede extraer–
se de un cadáver, es decir, de alguien que bajo cualquier
concepto está muerto. Mas un corazón, para ser trasplan–
tado, debe removerse de un cuerpo que está en un para–
dójico estado de muerto-vivo. Debe haber muerto
civilmente, cerebralmente ser irrecuperable para la vida
propiamente humana, mas el cuerpo -incluido el corazón–
debe estar "vivo", esto es, activo. Es evidente que esta téc–
nica, curativa y salvadora de vidas, arrojaba preguntas
de difícil respuesta:
¿cuándo
ha muerto alguien? ¿es la
muerte un
proceso,
del cual pueden describirse etapas?
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