Proposiciones para una teoría de la medicina

ciplinas. Se trata sólo de indicar que tras esas dos denominacio– nes se esconden dimensiones importantes para nuestra com– prensión de la medicina, y, con ella, de la psiquiatría contempo– ránea. Los tres subparadigmas clásicos del modelo médico ("mentalidades", los llama Laín Entralgo) han sido el anatomo– clínico, el fisiopatológico y el etiopatogénico. Ellos han sido hoy día englobados y superados por un cuarto que es el "mo– lecular". Si un solo carácter debiera señalarse en la medicina contemporánea, ese no podría ser otro que el énfasis en los "fundamentos" básicos, en los microelementos de lo vivo, en– tendidos en su más cruda materialidad. Esta descomposición analítica es tanto más sorprendente cuanto que los profanos -y con ellos los administradores y los gobemantes- son los más arduos defensores del "progreso médico" en esta dirección. Justamente las ciencias de frontera son hoy día más incompren– sibles que nunca para el profano. Palabras más, palabras menos, esta fascinación por la nueva estequiología de lo molecular se ejerce también sobre el clínico atareado (pienso, evidentemen– te, no en las Mecas estadounidenses ni europeas sino en nuestro desvalido continente, subdesarrollado a fuerza de querer no parecerlo). Éste renuncia con gusto a su sano sentido común para embarcarse en mal digeridas disertaciones sobre procesos y funciones que en su época de estudiante ni siquiera se avizora– ban. O toma partido por la "psiquiatría biológi,ca" y lanza denuestos contra la "psiquiatría dinámica", como si en las cumbres y en las fronteras no fueran risibles estas mínimas discordias y como si no ocurriera siempre que los jefes proleta– rios (como los c~rdos de "Animal Farm") terminan por coludirse con el poder. La mayor confusión deriva de considerar que la estequiolo– gía molecular es algo distinto de la estequiología de lo anímico. De creer ingenuamente que las moléculas son más "reales" que 207

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