Proposiciones para una teoría de la medicina

los símbolos, sólo porque un conjunto de técnicas -comprendi– das por sólo unos pocos- hacen de su existencia una necesidad teórica. Este ingenuo empirismo y materialismo epistemológico nos hace pensar que mejor haríamos en enseñar a las siguientes generaciones la naturaleza arbitraria y socialmente condiciona– da de todo conocimiento antes que atiborrarles de "conocimien– tos" (como hemos llegado a llamar a las informaciones pereci– bIes). Insistamos en que no se objeta ni la ciencia ni sus avances. Sucede, sin embargo, que la praxis del científico no es la del médico y confundir ambas es pernicioso. Un solo punto: quién enferma, quién es "enfermable". Cier– tamente no el átomo ni la molécula. Bien pensado, tampoco el sistema planetario. Lo pático se da sólo en el nivel intermedio "biosférico" y sobre todo "humano". La conciencia individual es como una luz entre dos penumbras: la del micro y la del macrocosmos. y es en esa conciencia donde asienta la enferme– dad sufrida -el carácter de hamo patiens. Este carácter intermedio de las ciencias sociales --{) huma– nas-, debe traducirse, para nosotros, en el imperativo episte– mológico de ser "camaleones metódicos", como ha escrito Hubert Tellenbach. 0, más concretamente, defender un plura– lismo metódico exigido por el carácter híbrido de la medicina -y de la psiquiatría con ella. A menudo se dice: la medicina es ciencia y es arte. Como técnica curativa, como diagnóstico, es un saber-hacer. No un puro saber, mas tampoco un puro hacer. Un hacer, en suma, "informado" por teorías. "Ver para prever, y prever para pro– veer", tal es el lema de las técnicas científicas, esos híbridos de la edad contemporánea, entre los cuales resueltamente debemos incluir a la medicina. Señalemos, a modo de apuntación, el aspecto práctico de 208

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=