La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

101 La fidelidad milenaria del perro Argos En la rapsodia XXIV de la Odisea kazantzakiana, una inmensa y fantasmagórica marcha a través de tierras, mares y aire, realizan todos aquellos que fueron compañeros de Ulises o con quienes se cruzó en su largo peregrinar, respondiendo al llamado del moribundo. Muchos de ellos no están ya en vida y vienen desde el mundo de los muertos. Llegan hasta la última ribera de la tierra y se lanzan al mar para alcanzar hasta la barca de hielo de Odiseo Llegaban a la orilla, refrescábanse, los lejanos-invitados, se unían con la espuma y navegaban, volaban con los petreles, y cuando la gran ribera quedó vacía, un pobre / perro-en-los-huesos se estremeció con ansia, husmeando el aire 168 . Es Argos, aquel perro que Homero inmortalizara en unos pocos versos, aquél que esperó veinte años a su amo y que en cuanto lo vio lo reconoció, pese a la apariencia que le daba su disfraz. El pasaje homérico es breve en lo que respecta a la actitud del animal, que, enfermo y viejo, muere luego de manifestar su alegría por ver de nuevo al amo, que llega a su casa, conversando con el porquerizo Eumeo. Es Argos el primero y el único en reconocer a Odiseo sin necesidad de pruebas, signos o señales. ―Contrariamente a los humanos, para advertir su presencia [la de Ulises], no necesita sémata , signos. Sema : la palabra clave del reconocimiento como lo mostraron pertinentemente muchos comentaristas de la Odisea [...]. El reconocimiento de su amo por parte de Argos es, por el contrario, inmediato. El animal lo experimenta en el acto, sin tener que apoyarlo con pruebas o demostraciones‖ 169 . A Odiseo ―nadie lo reconoce en su hogar, excepto su viejo perro, que lo saluda y muere de alegría entre sus piojos. ¿No es acaso la muerte de un perro sarnoso en un estercolero el colmo mismo de la inmundicia? No. El último gesto de Argos es un gesto de generosa y abnegada nobleza, y sigue 168 N. Kazantzakis: Odisea , XXIV, 738-740. 169 F. Frontisi-Ducroux y J. P. Vernant: “En el espejo de Penélope”, en op. cit., pp. 197.198.

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