La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

102 siendo una figura heroica en nuestros corazones‖ 170 . Oscar Gerardo Ramos ha podido escribir así sobre aquel animal inolvidable, del que la escultura no nos dejó imagen: ―Argos quedó esculpido en una piedra de hexámetros, con estampa más antigua, más solemne, más fúlgida que la que muestran los leones del portalón de Micenas. Porque Homero lo había burilado en roca de cántico, la estética helenística no se atrevió a plasmarlo en mármol huidizo‖ 171 . Tal hablaban los dos entre sí cuando vieron un perro que se hallaba allí echado e irguió su cabeza y orejas: era Argo 172 , aquel perro de Ulises paciente que él mismo allá en tiempos crió sin lograr disfrutarlo, pues tuvo que partir para Troya sagrada. Los jóvenes luego lo llevaban a cazar cabras, cervatos y liebres, mas ya entonces, ausente su dueño, yacía despreciado sobre un cerro de estiércol de mulas y bueyes que habían derramado ante el porche hasta cuando viniesen los siervos y abonasen con ello el extenso jardín. En tal guisa de miseria cuajado se hallaba el can Argos; con todo, bien a Ulises notó que hacia él se acercaba y, al punto, coleando dejó las orejas caer, mas no tuvo fuerzas ya para alzarse y llegar a su amo. Éste al verlo desvió su mirada, enjugóse una lágrima, hurtando prestamente su rostro al porquero, y al cabo le dijo: 173 Odiseo debe ocultar sus lágrimas, ya que el porquerizo Eumeo que lo acompaña todavía lo considera un pobre anciano extranjero. Pero nada hace para impedir que el perro demuestre su alegría al ver por fin a su amo. Por la respuesta que Eumeo da a Ulises, cuando éste lo interroga acerca de las cualidades del perro moribundo, sabemos algo de Argos y del abandono y descuido en que ha caído al prolongarse tanto la ausencia de su dueño. Antes, el poeta nos ha informado también un poco acerca del animal. Cosa extraña es, Eumeo, que yazga tal perro en estiércol: tiene hermosa figura en verdad, aunque no se me alcanza 170 G. Highet: La tradición clásica , vol. II, p. 319. 171 O. G. Ramos: La Odisea Un itinerario humano , pp. 118-119. 172 El traductor ha preferido aquí la trascripción del nombre del perro sin “ese” final, posiblemente en razón de la exigencia del ritmo. 173 Odisea H, XVII, 290-305.

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