La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

100 / en la luz; labora en los cuerpos de sus padres como la fiebre oculta; dentro de los riñones del padre cruza a menudo el umbral / de la novia... 165 Más adelante en su helado navegar, cuando divisa la montaña de hielo que será su último navío, Odiseo vuelve a recordar brevemente a su progenitor: ¡Ay noche, fulgurante pedernal en el tálamo nupcial donde mi ardiente genitor se unió por vez primera a la madre / virgen! Oh gota capturadora-de-almas, llena de luz y lodo, en cuyo ser saltaba yo invisible, alma, cuerpo y arco, ¡y cual arco fugaz me abalanzaba hacia la negra tierra! 166 Luego recuerda ampliamente a su madre y sus primeros años de niño y en un momento se ve a sí mismo en el jardín paterno, con sus yerbas, su parras y sus higueras: El arquero recuerda el suave cuerpo rosado que jugaba en el jardín del padre, que se escondía entre la menta, y las crespas albahacas le llegaban al hombro; un día su abuelo le dio miel en una hoja de parra y todo, cerebro y cabeza tierna, se volvieron un panal; si gustaba una uva, cual sarmiento se llenaba su mente de la / fruta-de-vid; y si higo, en higueras se trocaban de raíz, y agua y fuente fresca; ¡cómo imprimía el pensamiento – cera delicada – los rostros / del mundo! 167 Laertes, al igual que Penélope y Telémaco, es olvidado cuando Ulises, sobre la montaña de hielo que lo lleva a su fin en los mares antárticos, llama a todos su seres amados, vivos y muertos. De los personajes antiguos, sólo oirá el llamado Helena, que está agonizando. De los seres de Itaca, solamente el perro Argos lo escuchará desde su tumba. 165 Ibídem, XXIII, 208-210. 166 Ibídem, XXIII, 706-710. 167 Ibídem, XXIII, 750-757.

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