Rafael Caviedes Duprá
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incremento de los costos de la me-
dicina ha sido muy superior al cre-
cimiento económico. Ello se debe
a varios factores, que se pueden
simplificar en un uso cada vez más
intensivo de los servicios médicos
por la población y en la existencia
de una sofisticada tecnología que
permite salvar a pacientes que antes
sólo concurrían a morir a los hospi-
tales. Por otra parte, un importante
cambio etario y epidemiológico ha
obligado a los sistemas médicos a
tratar enfermedades degenerativas,
como el cáncer, que tienen mayores
costos de tratamiento que las en-
fermedades infecciosas de antaño.
Pero, también, se observa un des-
pilfarro de recursos económicos,
errores y sobreutilización de servi-
cios, lo que nos obliga hoy a hablar
de eficiencia.
Según el psiquiatra Thomas Szasz
1
,
lo que antes se atribuía al pecado
hoy ocurre por la enfermedad. Esto
significa que antes los penitentes
enfermos buscaban apoyo en el sa-
cerdote, pero hoy se convierten en
pacientes penitentes del médico-sa-
cerdote. El rol del médico se sociali-
za y se sacraliza. Sobre el facultativo
se levanta la iglesia de la medicina,
cuya teología es la ciencia y sus le-
yes canónicas se reflejan en políti-
cas de salud pública que impactan
en la economía. Pero, además, hoy
nos invade la modernidad, repre-
sentada por una sociedad de con-
sumidores en un mundo de desa-
rrollo científico y tecnológico. Ello
ha obligado al “médico artesano” a
transformarse en un factor produc-
tivo de un proceso industrial, es
decir en un “médico profesional”.
A lo anterior, se agrega el progreso
económico, que ha permitido un
mejoramiento de la calidad de vida
y con mayor poder de compra, lo
que también ha contribuido a mo-
dificar nuestra conducta frente a la
enfermedad. Sin embargo, a pesar
de todo lo anterior, vivimos la pa-
radoja “epicúrea” en la cual las cre-
cientes expectativas generadas por
este progreso acarrean más insatis-
facciones en la gente, simplemente
porque lo obtenido en servicios mé-
dicos por la mayoría de ellos es in-
ferior a lo esperado. Ello se refuerza
por un bombardeo de información
seudo científica –especialmente a
1 Szasz Th.
La teología de la medicina.
Ma-
drid: Tusquets Editores; 1981.