Hacia una historia del ambiente en América Latina: de las culturas aborígenes a la crisis ecológica actual

27 Varios autores consideran que el consumo energético interno, es decir, nutricional, era de 2.000 kcal. por día. Su consumo energético externo era de sólo 1.000 a 2.000 kcal. (principalmente fuego para cocinar, calentarse, etc.), cifra que resultaba bajísima comparada con las 150.000 o 200.000 kcal. diarias que utiliza en energía exosomática el hombre de los países altamente industrializados. Con las necesidades de la caza y de la pesca surgió una forma de cooperación, tanto en la recolección como en la distribución de alimentos. Los incentivos para trabajar no eran para obtener ganancias materiales o económicas, como en la sociedad actual. El hombre no buscaba “salvaguardar su interés individual en la adquisición de posesiones materiales, sino más bien en obtener la buena voluntad social” . 18 Según los estudios de Redfield sobre estas culturas aborígenes, “los fines no se exponen como cuestiones de doctrina, sino que están implícitos en los numerosos actos que constituyen la vida que se lleva en la sociedad... Las personas son homogéneas por cuanto comparten la misma tradición y conciben de igual manera lo que deba entenderse por buena vida. Hacen la misma clase de trabajo y rinden culto, se casan, sienten vergüenza u orgullo de la misma manera y en circunstancias semejantes... La gente hace la clase de cosas que hace no porque a alguien se le haya ocurrido esa clase de cosas, ni porque alguien le haya ordenado hacerlo, sino porque le parece a la gente que mana de la necesidad misma de la existencia el que tengan que hacer esa clase de cosas... Los miembros de la comunidad precivilizada tienen un vigoroso sentido de solidaridad de grupo... En la comunidad no había especialistas. En conjunto, todos los hombres compartían el mismo conocimiento esencial, practicaban las mismas artes de vida, tenían los mismos intereses y experiencias semejantes... Hombres y mujeres se ven como personas, no como partes de operaciones mecánicas, como la gente de la ciudad ve a muchos de los que tiene alrededor. En verdad, esta disposición a ver lo que está alrededor de uno como algo humano o personal, como uno mismo, no se limita a la gente en la sociedad precivilizada o primitiva; más o menos así se considera a buena parte de lo que llamamos naturaleza” . 19 En aquella época no existía la esclavitud ni guerras permanentes de conquista. No había mucho que conquistar saqueando una comunidad de pueblos recolectores. Fromm sostiene que “cuanto mayor es el equilibrio entre grupos y entre el grupo y su medio físico menos es la belicosidad ”. 20 En los actuales pueblos recolectores que superviven se observa una gran generosidad; dan lo que tienen y repudian la tacañería. Sólo existen restricciones en cuanto a los árboles frutales. En todo caso, si una familia obtiene más fruta se la distribuye a otra. No había jefes permanentes ni Estado. Dirigía el más sabio y viejo, lo que demuestra –dice Fromm- que el ser humano no estaba preparado genéticamente para la psicología de la dominación. 18 Karl Polanyi, The Great Transformation , Nueva York, Ed. Farrar & Rinehart, 1944, p. 112. 19 Robert Redfield, El mundo primitivo y sus trasformaciones , México, FCE, 1963, p.23, 24, 28 y 29. 20 Erich Fromm, op. cit .

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