Hacia una historia del ambiente en América Latina: de las culturas aborígenes a la crisis ecológica actual

15 No obstante los elogios del autor de la Teoría General de los Sistemas, Ludwig von Bertalanffy, a Spengler y Toynbee, a quienes presenta como ejemplos de cómo se debe concebir una historia globalizante y sistemática, nosotros creemos que estos autores no solamente subestiman a la naturaleza sino que sus enfoques de la propia sociedad humana son unilaterales, motivados en el caso de Spengler por la tesis unilineal del nacimiento, grandeza y decadencia de las culturas y, en Toynbee, por su discutible idea central según la cual del choque de las civilizaciones siempre surge una religión superior. Establecer una periodización para América Latina es un problema más complejo aún, ya que los estudios históricos, hasta hace aproximadamente dos décadas, estuvieron asignados por una concepción de la historia fáctica, es decir, el relato de batallas, acontecimientos patrióticos, héroes mitologizados al estilo Carlyle, hechos políticos hipertrofiados, nombres de presidentes que se suceden en una visión caleidoscópica sin cualificación; en fin, una historiografía tradicional – que ni siquiera tuvo las virtudes ni la rigurosidad de un Ranke o un Mommsen. El surgimiento de una nueva concepción de la historia en América Latina es reciente. Se han hecho algunos avances en el estudio global de la sociedad poniendo más énfasis en los grandes procesos sociales y económicos. Sin embargo, la mayoría de ellos está impregnado de una concepción “desarrollista”, en la que predomina el afán de obtener de la descripción histórica una justificación para el modelo de industrialización y de la “moderna sociedad” en contraposición a la “sociedad tradicional”, según palabras del publicitado sociólogo Gino Germani y de sus seguidores de la corriente cepalina. Para ellos, la naturaleza existe en la medida que entrega “recursos naturales” que sirvan al “progreso” industrial. En los últimos años, la crisis ecológica que conmueve al mundo ha obligado a ciertos autores de esta tendencia a plantear la tesis del “desarrollo sin deterioro”, ocultando, con deliberación o sin ella, que el deterioro es precisamente el resultado del tipo de desarrollo que dicen defender. En cuanto a los investigadores latinoamericanos que manejan el método del materialismo histórico, está también ausente, quizá por otras razones, la consideración de la naturaleza. Esta falla les ha impedido captar la totalidad, parcelando el conocimiento de la realidad ambiental. Se necesita, por consiguiente, un enfoque totalizante para esbozar una periodización de la historia latinoamericana. El problema es que toda periodización conduce a formas variadas de unilateralidad, máxime si se trata de enfocar globalmente naturaleza y sociedad humana. Toda periodización establece un corte cronológico, dejando la falsa impresión de que pueblos, como los indígenas, dejaron de existir con la colonización blanca. La verdad es que las culturas aborígenes no terminan con la conquista española ni durante la represión de la república de los criollos, sino que han supervivido hasta la actualidad en su ecosistema. Una historia del ambiente debería considerar una primera fase, preexistente al hombre, constituida por el surgimiento del continente americano. Este período – que podríamos denominar el medio natural antes de la aparición del hombre – comprende las primeras formaciones geológicas, el clima, los ríos y lagos, la flora y la fauna, hasta la llegada del hombre al continente en el cuaternario tardío, es decir, aproximadamente unos cien mil años. Esta primera gran etapa histórica debe ser clasificada en subperíodos, cuya caracterización tendrá que ser precisada por un equipo transdisciplinario de geólogos, arqueólogos, paleontólogos, biólogos, etcétera. La segunda fase se inaugura con los pueblos recolectores, pescadores, y cazadores. Abarca desde la formación de las primeras comunidades en América Latina hasta aproximadamente unos 3000 años antes de nuestra era en algunas regiones. Esta fase podría llamarse la era de la integración del hombre a la naturaleza. La tercera fase comienza con la revolución neolítica de los pueblos agroalfareros y minerometalúrgicos, que alcanza su culminación en las altas culturas americanas: maya, inca y azteca. Este período podría denominarse las altas culturas aborígenes y el comienzo de la alteración de los ecosistemas latinoamericanos. La cuarta fase se inicia bruscamente con la colonización española y llega hasta la época de la industrialización: desde 1500 hasta 1930, aproximadamente. Podría llamarse el proceso histórico de la dependencia y el deterioro de los ecosistemas latinoamericanos. La quinta fase abarca desde el inicio del proceso industrial de sustitución de importaciones hasta la actualidad; podría denominársele: la sociedad industrial urbana y la crisis ambiental de América Latina. En nuestro trabajo, trataremos de desarrollar las características esenciales de cada uno de estos períodos, lo que nos permitirá obtener información acerca de cuáles procesos han sido para beneficio o detrimento de los ecosistemas. La crisis ecológica contemporánea es el resultado de un largo proceso histórico, que es necesario analizar para la formulación de una estrategia que permita superar el actual deterioro ambiental.

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