Cuarta Parte / Panel de Investigadores Jóvenes
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Pablo Mardones, Francesca Simonetti, Camilo Aguirre, Benigno Pino, Nelson Carroza, Felipe Espinosa, Antonia Mardones y Alejandra Meyer
“E
spacios
comunicados
y
espacios
de
comunicación
”
F
elipe
E
spinosa
P
arra
(S
ociólogo
UV)
Cuando entramos en la discusión sobre lo
urbano –y en especial lo que convoca en esta
experiencia sobre las migraciones, – estamos
comunicando y construyendo a la vez una
interpretación sobre el espacio. Un espacio
particular dentro del universo que tiene que
ver con el habitar de los seres humanos. Este
habitar, que es cotidiano, tiene una especial
significación en esta época en la que existe
un incremento continuo y constante de masas
de población que son agrupadas en torno a
centros neurálgicos, que son las ciudades.
Lo que conocemos como procesos de mi-
gración urbana.
Es por esto que cuando hablamos de lo
urbano, de las ciudades, estamos refiriéndonos
puntualmente a una característica del espacio,
que es –lo que pasaré a llamar– el espacio
comunicado. Un espacio comunicado es,
entonces, aquello que se construye en las
fronteras del trazo geográfico. Es decir, en el
dibujo imaginado de una superficie espacial
en la que nos estamos desarrollando. Se
hace, por lo tanto, muy difícil hablar sobre
las ciudades sin hablar necesariamente de
esa bidimensionalidad del mapa o del es-
quema político que interpreta y delimita las
fronteras de lo que habitamos: las regiones,
las ciudades, las comunas y los barrios.
Cabría preguntarnos ¿por qué, si el espacio
es una condición necesaria para el habitar,
recurrimos a esta interpretación imaginaria
que son las ciudades? ¿A qué necesidad es-
pecífica responde la representación de este
espacio social? Pareciera ser que las lógicas
de intervención social, la ingeniera social
como le podríamos llamar, han primado en la
interpretación de las ciudades, desplazando
de alguna forma la interpretación cotidiana
que hacen los habitantes de su propio espacio
social habitado.
Una suerte de pista que aparece en
esta discusión tiene que ver con aquellos
elementos que conforman la cultura de las
ciudades: la cultura urbana, entendiendo a
la cultura como la interpretación simbólica
del convivir cotidiano de las personas y las
comunidades, que se expresa a través de
acciones, símbolos y objetos que comunican.
Especialmente, uno de los espacios de comu-
nicación que tienen que ver con el sonido,
el habla y la música se ha visto perturbado
por el crecimiento de las ciudades. Por un
lado, las ciudades modernas han contribui-
do a un incremento generalizado del ruido,
que se ve demostrado en los altos niveles de
sonido que son medidos en decibeles. Esto
ha causado gran preocupación en los últimos
años, entendiendo el problema desde el daño
fisiológico que generan y por lo tanto desde
el área de la salud pública. Pero el ruido en
las ciudades tiene una doble interpretación.
Por un lado, el ruido limita la comunicación
interpersonal y por ende la capacidad de
entendimiento de los ciudadanos. Por otro
lado, el ruido, limita la capacidad de generar
nuevos sonidos que comuniquen y convo-
quen a la comunidad, como es en el caso
de la música, que es uno de los elementos
de la cultura popular y urbana que permite
expresarnos, pero también reunirnos. Un
estudio realizado en Londres indica que la
capacidad de viajar del sonido está limitada
en las ciudades modernas a una distancia