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presentandolo
ai
pblico
como un
foragido,
como un
aventu-
rero
inmoral y
sanguinrio.
La
prueba
mas
patente
que
po
demos
ofrecer
del
magnnimo
corazon
de
Carrera,
de
sus
nobles
sentimientosyde
su
generosidad congenial
es
la si
guiente.
Para el caudillo
Ramirez,
Carrera
era un
orculo,
y
es
de notoriedad que
se
guiaba
por
sus
consejos;
que
su
defern
cia
era
tal,
que
en
la
parte
directiva de la
guerra
y
de
la po
ltica,
Ramirez
arreglaba
sus
operaciones
por
lasprcscripcio-
nes
de
Carrera.
Algunos
de
los
mas
encarnizados
adversa
dos
de
Carrera y
de
sus
hermanos,
algunos
de
tosque
habian
contribudo indirectamente
ai fin
trjico
de
estos,
se
encon-
traban
en
Ruenos
Aires
cados
y
merced del vencedor.
Le
habria bastado
Carrera
una
sola
palabra
Ramirez
para
que
este
lo vengase, y el
acto
se
habria
inmediatamente
con
sumado
Pro
no,
l
no era
vengativo,
bien
ai
contrario,
da-
ba cuartel los
enemigos
que le hacian
la guerra
muerte.
No
se
puede
ofrecer
un
testimonio
mas
autntico
de
la
generosidad
del
general
Carrera,
del hombre que
sus
advers
rios
persiguieron
hasta
conducirlo
ai
patbulo.
Nosotros
le
agradecemos
tan
noble
conducta:
no
habramos
podido
de-
fenderlo
si
se
hubiera
manchado.
Se
deja
ver
que
estaba
ya
espedito
para
emprender
su
cruzada sobre
Chile,
cuando
los
acontecimientos
polticos
se
agolparon
para
paralizar
su
marcha El
general
Alvear
des
pus
de
un
largo
destierro
acababa
de
regresar
Buenos
Aires,
yponiendo
en
accin
su
prestijio
influencia
personal
y
ayudado
de
sus
partidrios
polticos,
se
propuso
restable-
cersu
pasado
ascendicute
y
derribar
ai
general
Soler,
que