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acompanaremos incesantemente
hasta
el
momento
en
que
su
fatal
destino
lo
condujo
ai mismo sitio
en
que
sus
dos her
manos
fueron
ejecutados,
para
sufrir
el
mismo
martrio.
No
por
sus
crmenes,
como
muchos
mal
informados
han pre
tendido;
sino
porque,
como
tendremos
ocasiones de
mani
festar,
las
persecuciones
de
que
continuo
siendo
objeto
con
tenaz
perseverancia,
locolocaron
en
la
cruelsima
alternati
va,
apesar de
sus
nobles
instintos y
de
su
magnnimo
cora
zon,
de defenderse todo
trance para
no caer en
manos
de
sus
perseguidores,
de esperar
inerte
ser
conducido
ai
patbulo.
La eleccion
no
podia
ser
dudosa.
Tal
sospecha,
por
cierto,
se
ver
mas
adelante
que
no
era
avanzada que
nada tenia
de
aventurada,
puesto
que el fin
trgico
de
Car
rera
puso
en
evidencia la
cruenta
escena
de
su
fatdico pre-
sentimiento.
^Se podia
exigir
del
hijo
y del
hermano,
que
soportase
tranquilo impasible
la
tortura
del
indigno
y cruel
ultraje
hecho
ai
venerable
autor
de
sus
dias
acelerando
su
existn
cia?
iQue
fuese
indiferente
y
no se
sublcvase
todo
su
ser,
poria
horrible y
sangrienta
escena
que
termino
en un
patbu
lo la de
sus
queridos
hermanos?
^Podia
sin mengua
de
su
dignidad
y
su
fama,
sin renegar
de
los
mas caros
afectos
del
alma
de
su
sangre
capitular
con
los autores de
aquella
catstrofe
de famlia?
Que
lo
decidan
los
hombres
de
cora
zon:
Que
estos
jueces
no
sean
carrerinos,
bien;
pro que
tampoco
sean
oTiigginistas.
XII.
En
el
ltimo
perodo
(1819
y
1820)
del
gobierno
Direc-
1...,30,31,32,33,34,35,36,37,38,39 41,42,43,44,45,46,47,48,49,50,...88