Los Jirondinos chilenos

- -7 ra, como intelijencias, de la escuela ~emocrática de 18J O como principios. En ese tiempo, como hoi, el lnstitnto era nn sernillero, pe1·0 la U niversidacl no era todavía au cementerio, ni la literatnra patl'Ía nn cadá– ver. Nacía, al contrario, la historia nacional. i albor a– das lucientes iluminaban su cuna.-Lastarria, Bena– vente, los Amnuátegni, el presbítero Salas, Sauta– Mti.ría, Tocorual, Concha i Toro, Sanfuentes, compaji– naban esas hojas dispersas de nna gran e<la<l. La prensa mostraba ya vigor lozano, pro1uesa de su robnsta ~ida de tnas tanle. Espejo, Vallejos, Blanco-Cnartin, Tala.– vera, los tres Matta, Rafael Vial, Felipe Herrera, Ensebio Lillo, Ambro&io Montt, Francisco Mario i su ilustre hermana, Pedro Ga,llo, Irisarri, Jlcinto Ohacon, Santiago Godoy, Santiago Lindsay, Victot· i Pio Va– ras, Ft·ancisco, Cárlos, Jnan i Andres Bello, Ramoo Sot.omayor, Francisco i Manuel Bilbao, los tres Blest, Marciid Goozalez, Marcial Martinez, Diego Barros, ,Tosé Antonio·Torres, Panlino del Barrio, Jnau Vicu– ña, Uristóbal Valdés, Salustio Oobo, el malogrado H.niz– Aldea, Santos Cavada, Ignacio Zenteno, don Pedro Godoy, qae era ya un veterano de la espada i de la plnma, I sidoro Errázuriz qne era solo un niño, (¡pero qué niño!) i en pos de éstos llegaban ya en hora tem– prana, pero lncidos los dos Arteaga Alemparte, Vicente Reyes, musa perezosa i espiritual, inimitable en el chis· te, Bal maceda, Eduardo de la Barra, brillante en todo, 1 Roman Vial i tantos otros que no vienen de golpe al recuerdo (porque escribimos sin otro Jibro que el de la

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